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Ser la BBC es posible

Un grupo de personas en un pub de Londres el 22 de marzo mientras se emite el vídeo de la princesa de Gales grabado por la BBC.

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Una de las rutinas más reconfortantes en el Reino Unido es escuchar las entrevistas del matinal de la radio BBC4. Nick Robinson, Mishal Husain, Martha Kearney, Amol Rajan y Justin Webb –los presentadores se turnan y casi siempre hay equilibrio de género– hacen cada día de “abogado del diablo” con políticos, sindicalistas, empresarios, diplomáticos y otras personas con especial responsabilidad pública. Con personas corrientes o privadas no hacen este ejercicio, que puede resultar agresivo a oídos de oyentes poco acostumbrados a este estilo. 

Su misión es contrarrestar lo que dice alguien con los argumentos del contrario, pero no son equidistantes con los hechos y no dudan en interrumpir al primer ministro, el representante sindical del ferrocarril, un diputado ruso o el político de un partido alternativo si hace un comentario con datos erróneos, si no contesta a una pregunta o si lanza una diatriba de falsedades. Son todos ejemplos recientes que he escuchado y disfrutado. A veces, los políticos abroncan en antena al entrevistador, pero acaban reculando. La presión pública o privada que pueden ejercer tiene un límite porque los periodistas profesionales están protegidos por un sistema fuerte que respeta y justifica lo que es un medio público. Es cierto que es un estilo más agresivo de entrevistas que también se da en medios privados y que es poco habitual en España (salvo excepciones) en cualquier medio. Más allá del estilo, la misión de la BBC está clara y eso justifica que exista un medio que se mantiene con dinero público. El peloteo al político es inexistente.

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