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Tarjetas, bizum para menores... ¿Qué métodos de pago son mejores para los chavales que viajan al extranjero?

Tarjetas, bizum para menores... ¿Qué métodos de pago son mejores para los chavales que viajan al extranjero?

Es una imporante experiencia vital y una buena ocasión para que autogestionen el dinero

Iratxe Bernal

Domingo, 7 de julio 2024, 18:59

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El primer viaje sin los padres es una experiencia (¿deseada? ¿desafiante?) para cualquier adolescente. Más aún si es al extranjero. Supone todo un aprendizaje que también tiene su vertiente económica, ya que deberán administrarse más o menos solos a partir del dinero que les facilitemos.

¿Cómo podemos los adultos ayudar en este sentido? Hay que decidir a través de qué productos financieros van a gestionar el dinero que les proporcionemos. Sea cual sea el caso, procure hacerle partícipe de las decisiones y aproveche la oportunidad para que empiece a familiarizarse con el control gastos y los servicios financieros básicos. De hecho, lo primero que podemos enseñarles es que antes de contratar alguno hay que comparar y prestar mucha atención a los detalles.

¿Y qué contratar? Lo más práctico va a ser entregarle una tarjeta, que puede ser de débito o de prepago. O incluso una de cada, si queremos tener una Visa y otra Mastercard para mayor tranquilidad. Empezaremos por las de débito, que muchos bancos ofrecen a partir de los 12 ó 14 años a quienes ya disponen de una cuenta infantil o juvenil. En todas ellas, los padres pueden establecer unos límites diarios tanto para compras como para retiradas de dinero. Para calcular estos máximos hay que valorar tanto los gastos previstos como la madurez del chaval. Y siempre tendremos la opción de ajustarlos.

Para las entidades, las primeras tarjetas son una gran oportunidad para captar al público joven, así que, además de permitir descuentos en actividades de ocio o determinadas compras, suelen estar libres de comisiones. Pero la cosa cambia cuando se utilizan en el extranjero, donde podremos encontrarnos con cargos por retirar dinero –por partida doble, ya que cobra tanto nuestro banco como el dueño del cajero– o por realizar operaciones en otra moneda, si es que si salimos de la zona euro.

Así que, aunque suponga abrir una cuenta en una segunda entidad, conviene echar un ratito en los comparadores para averiguar el importe de estas comisiones, evitar sorpresas y conocer las opiniones de sus usuarios. Así también podremos valorar otras características interesantes como si la tarjeta tiene un cupo de retiradas de dinero gratuitas al mes –que si la estancia fuera es corta puede resultar suficiente– o si ofrece Bizum para menores, que es la versión de la aplicación que incorpora control parental y que puede ser muy útil si tuviera que hacer pequeños pagos a sus compañeros de viaje.

Por otra parte, conviene que junto a la tarjeta digital nos brinden otra física. Tenga en cuenta que ni en todos los comercios se puede pagar con el teléfono ni todos los cajeros son 'contactless'. Además, así también reducimos los problemas derivados de un posible robo o pérdida del móvil, ya que podremos bloquear la tarjeta virtual vinculada al dispositivo sin necesidad de dejar inoperativa también la física y viceversa. La pega es que hay bancos que cobran por su emisión y que ésta requiere unos días, así que no podemos dejar su solicitud para el último momento.

Otra opción –aunque no todos los bancos la ofrecen– es facilitar al menor un duplicado de nuestra propia tarjeta de débito. Si lo hacemos, hay que ser conscientes de que con ella tendrá acceso a todo el saldo disponible, así que es recomendable establecer un límite diario o por operación… y acordarse de que lo hemos puesto porque, como la tarjeta en realidad es la misma, si nosotros la utilizamos al mismo tiempo estaremos mermando el saldo disponible para nuestro hijo.

Para niños de 10 años

Por otra parte, están las tarjetas prepago o monedero, que también permiten abonar compras en comercios y sacar efectivo de cajeros, pero nunca nos dejarán disponer de más saldo del previamente cargado en ellas. Fuera de la banca convencional, las hay incluso para niños de diez años, sin vinculación a ninguna cuenta 'clásica' y sin permanencia, por lo que al regreso podremos cancelarlas o seguir utilizándolas para, por ejemplo, darles la paga. Aunque su gestión es íntegramente 'online', no hace falta que el niño tenga 'smartphone'. Si este es el caso, la tarjeta se puede habilitar desde el móvil de los padres, quienes siempre tienen la posibilidad de establecer límites, acotar dónde o en qué se puede utilizar y hasta monitorizar su uso, ya sea directamente desde su móvil o a través de una aplicación espejo del teléfono del menor, si ya cuenta con uno.

El inconveniente es que al coste de la emisión de la tarjeta física –imprescindible si el chico no tiene móvil– sí hay que sumarle comisiones de mantenimiento y por las recargas, además de las derivadas de realizar operaciones en el extranjero. De hecho, es frecuente que, para librarnos de ellas o abaratarlas, nos animen a elevar el saldo con el que las cargamos, tentándonos, por ejemplo, a meter 200 euros cada tres meses en vez de 15 cada semana. Si las queremos para un uso continuado que enseñe a nuestro hijo a controlar sus gastos esto es más bien contraproducente, pero puede ser interesante si vamos a necesitarlas puntualmente.

En cualquier caso, sea cual sea nuestra opción, el chaval no puede salir de casa sin saber un par de cosas: que es más barato pagar con tarjeta que en metálico (si para disponer de él hay que pasarse antes por un cajero) y que si un establecimiento nos da la opción de cobrarnos en euros es mejor obviarla y dejar que opere con la moneda local para que se le aplique el tipo de cambio de nuestro banco.

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