Un bar con encanto para esperar al verano

Ese encuentro de las calles Ripa y Príncipe, donde se forma una pequeña plazuela con vistas a la ría, es probablemente uno de los rincones más apetecibles de la villa al caer la tarde. Gran parte de la culpa la tiene la sonrisa de 'Alu' N'Diaye, que ha hecho de la tetería Baobab uno de los imprescindibles de la villa para quedar con los amigos.

Hará unos cinco años Alu abrió en el local contiguo Kantine, una casa de comidas distinta, con una propuesta marcadamente vegetal y toques exóticos. El menú del día que servía allí se sigue ofreciendo ahora en Baobab, pero el espacio vecino ha dado paso a Bitsa, destinado a abrevar a ese público vespertino que se desperdiga por la orilla de la ría al caer el sol.

Alu sigue siendo uno de los socios de esta nueva propuesta – el único con experiencia en hostelería–, pero la muñidora del proyecto es la abogada y artista Nerea Notario. Su primera exposición de pintura tuvo lugar entre estas cuatro paredes, así que cuando se enteró de que el local se traspasaba, tuvo el impulso irrefrenable de hacerse con él, embarcando en la aventura a sus amigos Unai Goiri y Elena García.

Su objetivo era desde el principio centrar el tiro en la tarde, «cuando la zona se anima», pero sin complicarse demasiado la vida en la cocina. Una docena larga de raciones en frío y un sencillo repertorio de bocadillos, inspirados en los clásicos tabernarios de bonito, embutido, queso o anchoas componen la oferta gastronómica de Bitsa. Una simplicidad que se agradece, preferible a la oferta clónica de nachos y fritanga que suele imperar en muchas cartas 'de picoteo'.

Otro acierto es haber confiado en los que saben y no escatimar a la hora de elegir el producto. Los quesos los selecciona Judith Rojas, de La Quesería de la calle Jardines, las conservas son de la bermeana Zallo, el pan es de Bitsibil, los ahumados se los sirve Benfumat y los helados, Gelatti Gelatti. Con esos compañeros de viaje resulta difícil no acertar.

La idea es apuntar a dos públicos y momentos distintos. Uno más adulto, que se encapricha de una paletilla ibérica, una cecina con aceite de oliva, unos lomos de salmón ahumado con mahonesa de aguacate o una tablita de quesos mientras descorcha una botella de vino. Y otro, más desenfadado, que se muere por un bocadillo de bonito con alegrías y piparras para empapar la tercera ronda de cañas.

El ambiente, tanto dentro como fuera del local, contribuye a salpimentar la propuesta, a la que quizá le falta todavía algo de rodaje para ganar en agilidad. Lo importante, la actitud, un espacio acogedor y un público ansioso de novedades, ya lo tienen. Solo hace falta que empiece el verano de una vez.

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