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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

El edificio Coltabaco: patrimonio y renovación urbana

Ejemplo de la arquitectura funcional y racionalista, el edificio de la Compañía Colombiana de Tabacos es al tiempo un símbolo de la industrialización de Medellín y una oportunidad para fortalecer la cultura local.

POR: LUIS FERNANDO GONZÁLEZ ESCOBAR | Publicado

Cuando se terminó de construir el edificio de la Compañía Colombiana de Tabaco en 1957, en sus proximidades de igual manera se culminaban otros edificios industriales como el nuevo edificio de la Fábrica de Gaseosas Posada Tobón, la Cervecería Bavaria, o el Taller Industrial Apolo, entre otros. La zona localizada, entre la autopista y la carretera que conducía al municipio de Caldas, como se denominaba ese año a la actual avenida Guayabal, ya contenía los barrios Antioquia, Cristo Rey y Guayabal. Esta la nueva zona industrial que se configuró en donde estaban los antiguos meandros y tierras inundables del río Medellín, como consecuencia de la canalización y rectificación del mismo, la que se inició en 1940 con los dos kilómetros entre Argos y El Poblado, incluyendo las fajas de terreno de 30 metros, a ambos lados, para las futuras autopistas. Contrario a lo que se ha señalado no fue el Plan Piloto de Wiener y Sert (1948-1951), ni el Plano Regulador posterior (1951-1959) los que definieron estas áreas como industriales, pues aquellas obras de rectificación del río en la década de 1940 permitieron la ocupación de estos terrenos y construcción de variadas fábricas, entre ellas de Coltabaco, cuyas obras empezaron a partir de 1948.

Medellín vivía entonces un auge industrial que se reflejó en la renovación de la tipología arquitectónica para albergar esa producción. A esa dinámica coadyuvaron las nuevas materialidades y técnicas de los ingenieros y los aportes espaciales y formales de los arquitectos, que adoptaron el lenguaje funcional y racionalista, siendo los edificios del conjunto industrial de Coltabaco uno de los ejemplos mejor logrados. Y digo conjunto, pues si bien sobresale el edificio de la fábrica, también son de gran importancia arquitectónica y constructiva el edificio de la que fuera la Clínica y Restaurante, las bodegas o la Casa de Fuerza. Un grupo de obras implantado en una disposición espacial urbana a partir de un eje formado por una amplia avenida, con separador central arborizado y ajardinado, a los que convergen calles transversales de acceso, más los campos de deporte que complementan ese conjunto.

El diseño estuvo a cargo la oficina de H. M. Rodríguez e Hijos, pero en particular de los arquitectos John Sierra y, especialmente, Nel Rodríguez, quien con esta obra llegaba a una madurez en sus procesos de búsqueda espacial y formal, iniciados desde finales de la década de 1920 cuando regreso de sus viajes de estudio por Norteamérica y Francia. De hecho, el edificio en particular es considerado un verdadero manifiesto arquitectónico y referente para los nuevos arquitectos de la época, como bien lo plantea el arquitecto Oscar Santana en su libro Habitar, trabajar, cultivar cuerpo y espíritu, circular. De la fábrica al conjunto industrial, dedicado al análisis de este desarrollo arquitectónico de arquitectura industrial; señalando: “Aspectos como la aproximación al edificio; su espacialidad interior era en función de la maquinaria y el maquinista; su relación con el exterior desde las áreas de trabajo y los componentes tectónicos y estructurales; todo hacer de dicho edificio un ejemplo de rigor, sobriedad y monumentalidad en la nueva zona industrial de la ciudad”

Al valor, singularidad arquitectónica e importancia urbana, como dice el arquitecto Santana, se le suma la calidad constructiva y material. Hay una simbiosis fundamental entre proyecto arquitectónico y obra material. La ejecución estuvo a cargo de ARCONSA -Arquitectura y Construcciones S.A., una empresa reconocida en el medio pues a la calidad constructiva le sumaba la sensibilidad arquitectónica, en tanto fueron responsables de muchos e importantes proyectos en la ciudad, algunos diseñados por arquitectos como el austriaco Federico Blodek. Los detalles constructivos destacan por su calidad, desde las ventanas, escaleras, rampas o remates, hasta las columnas y el alarde del sistema estructural, en la que además sumaron innovaciones técnicas que recién se utilizaban en las obras construidas en la década de 1950, como es el caso del llamado “sistema reticular celulado”, introducido en 1951 por la empresa Prefabricaciones Antioquia Ltda., y utilizado allí para los vaciados de los entrepisos.

En fin, una suma de valores urbanos, espaciales, formales, funcionales, constructivos, estructurales que hacen de este conjunto una obra singular y de gran relevancia en el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Aquel que en el año de la inauguración fue considerado en la prensa como “imponente” y que, pese a los años, no ha dejado de serlo, para convertirse en uno de los ejemplos más valiosos del defenestrado, empobrecido y poco valorado patrimonio industrial de la ciudad. Y es que es una enorme paradoja: la que fuera considerada “ciudad industrial de Colombia”, de la que se enorgullecía, hoy en tiempos de la ciudad de servicios y del turismo, no preservó ni le parece interesar la preservación de los grandes o pequeños, pero significativos, ejemplos de su arquitectura industrial. Hoy están, unos pocos, abandonados y en estado ruinoso; la mayor parte, arrasados en la inexorable dinámica de renovación urbana; y, alguno que otro, reducido a su mínima expresión dentro de un proyecto urbano. Tal vez quede por ahí una chimenea, pero, aun así, escondida o dispuesta de cualquier manera, como elemento vergonzante en el paisaje urbano. O en otros casos, como el sobresaliente ejemplo de Talleres Robledo, sometido a un reciclaje para ser convertido en museo, el que, pese a su importancia, no deja de ser un ejemplo aislado en una zona industrial en la que quedan pocas huellas de aquellas estructuras complejas, o de equipos y maquinarias que parecían grandes esculturas. Ante el arrasamiento y la masividad de la renovación del entorno del MAM, este gesto urbano queda minimizado y es apenas una simple cereza en el pastel del negocio inmobiliario.

Ante esta dinámica urbana se impone la pregunta: ¿qué pasará con el conjunto industrial de Coltabaco? No lo sabemos aún con certeza. Hay una valla en la entrada de la fábrica, creando expectativa sobre cuál será su futuro. Y en el interior, el antiguo casino ya está transformado en sala de ventas y en apartamentos modelos. Se tienen definidas unas áreas de intervención urbanística para bloques de vivienda y otras, las de los extremos, todavía sin destinación conocida. Estas unidades implican la demolición del conjunto de bodegas y, de manera lamentable, del antiguo casino cuya belleza formal y espacial, desde la rampa del nivel de calle al segundo piso, los pilotes, la escalera helicoidal del segundo piso a la terraza, el volumen con su transparencia y sensualidad, quedará como un leve recuerdo entre especialistas y nostálgicos en las redes sociales.

En lo relativo a lo arquitectónico se preservará el edificio de la fábrica, en gran medida por su condición de Bien de Interés Municipal. Que, si bien es el más representativo del conjunto, y lo hace visible y reconocible, va perdiendo parte de su contexto producto de la demolición del casino que jugaban un papel fundamental de contrapunto, al otro lado de la avenida que los separa. Esa relación con el juego de escala, diálogo de lenguajes y definición del vacío entre ambos también se perderá. Ni que decir de la correspondencia funcional con las bodegas, sin adivinar cuál será el fin, uso o activación de los túneles por donde se movía el tabaco. Obviamente la “imponencia” se relativizará en tanto las alturas del nuevo entorno urbanizado, con las torres de apartamentos y su segura masividad y densidad, le quitará la jerarquía que ha mantenido dentro de ese conjunto, pues ya no predominará en un paisaje de edificios de doble altura o, acaso, como en el casino, de dos pisos con terraza.

En lo urbanístico queda por saber cómo se resolverá la relación con el entorno urbano, ¿será acaso una urbanización cerrada? O la avenida con separador que sirve de eje al conjunto industrial se tornara, con su arborización y un nuevo paisajismo, en una vía púbica que conecta la vía de servicios de la autopista con la Avenida Guayabal, no solo permitiendo la movilidad Este a Oeste, y a la inversa, sino poniendo a disposición jardines y zonas recreativas de los barrios aledaños, cualificando su hábitat y generando una ciudad algo más democrática.

Las inquietudes planteadas no resuelven en su totalidad los interrogantes sobre la inserción del patrimonio en la renovación urbana, para que un bien no quede como el cumplimiento mínimo de una norma, sino que se valore en importancia debida, preservándole la importancia y el simbolismo que tiene; para ello, en primer lugar, el edificio no debe ser mutilad mutilado. Es necesario que se conserve en su integralidad o, mejor, que se le devuelva la misma, por ejemplo, a nivel del primer piso, para que el edificio vuelva a flotar. Una integralidad que está definida por la caja de escaleras en la fachada sur y, especialmente, el volumen transversal de acceso en la parte Oeste, con sus escalinatas y terraza de acceso principal a la parte administrativa, en la que se destaca la calidad espacial y material del vestíbulo con su doble altura.

Pero si su preservación arquitectónica plantea retos, la gestión y usos no se quedan atrás. ¿A qué se destinará? ¿qué institución lo ocupará? Una situación difícil en la medida que administrar y gestionar esos espacios requiere capacidad institucional y recursos suficientes. Son cerca de 15 mil metros cuadrados para intervenir, mantener y operar, lo que equivaldría, como señala el arquitecto Santana, a casi a cuatro parques bibliotecas o entre siete y ocho casas de la memoria. Un espacio singular con un área significativa que convoca de manera obligatoria a una propuesta cultural atractiva para los que serán los habitantes de las nuevas urbanizaciones, los barrios aledaños y de la ciudad misma. Lo que conlleva a que las alianzas publico privadas no sean casi que de manera exclusiva para privatizar las calles y el espacio público como vienen ocurriendo en los últimos años, acentuando la dinámica de turistificación de Medellín. Es hora de repensar las APP con ofertas culturales para los habitantes, en este caso en relación con la memoria y el patrimonio industrial que tiene una de las últimas oportunidades con este referente simbólico sin igual de la fábrica de Coltabaco. O, acaso, ¿será esta otra oportunidad perdida?

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