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Editorial lo más grave | Astesiano | Lacalle Pou

Si lo veo, no lo creo

Para creer que el presidente no sabe nada hay que comprarlo por tonto

Lo peor, lo más grave, casi condenatorio es que haya una parte tan numerosa de la opinión pública que esté feliz de tener un nabo de presidente.

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Ya se puede saber que Alejandro Astesiano operaba desde el cargo de Jefe de la Seguridad de la Presidencia de la República para realizar actividades ilegales e invocaba para ello al presidente de la República.

Ya ha sido condenado por el delito de asociación para delinquir y otros delitos y está preso con una pena de hasta cuatro años y medio de prisión.

Ya se sabe que desde su oficina y desde sus celulares se intervenía en licitaciones, se hacían seguimientos ilegales, se hacían pesquisas a adversarios políticos del gobierno y a la propia esposa del presidente, se utilizaban técnicas de investigación de la policía con la complicidad de algunos de sus jerarcas, se prestaban servicios policiales remunerados en beneficio propio, se buscaban y trapicheaban pequeños negocios presumiendo de la posibilidad de mover influencias, se facilitaba el otorgamiento ilegal de pasaportes.

Se sabe que se jactaba de mantener al Presidente Luis Lacalle Pou informado de todas estas actividades que en algún caso incluían a funcionarios muy allegados al Presidente como el asesor Juan Seré, y el prosecretario y actual candidato Presidencial del Partido Nacional, Alvaro Delgado.

La empresa de Juan Seré le contrataba servicios irregulares.

Se sabe que las empresas que operaban con él participaron en licitaciones públicas en UTE y el Ministerio de Defensa, y se conoce que recibió volúmenes importantes de dinero de personas que pretendieron beneficiarse de sus influencias.

Se sabe que mantenía relaciones con personal superior de la Policía, del los Ministerios del Interior y de Relaciones Exteriores y se puede presumir que también lo hacía con otros jerarcas del Estado.

En todos los casos se jactaba de que sus actos eran conocidos y eventualmente avalados por el presidente. Se sabe que la prensa había publicado sus antecedentes policiales y penales, se conoce que al menos el Ministro del Interior y el Director Nacional de Inteligencia le habían advertido al Presidente de las anotaciones policiales de Astesiano.

Me llama la atención que no se le haya encontrado montos significativos de dinero ni transacciones financieras importantes a su nombre ni a nombre de sus padres o familiares más directos.

Se puede saber que estaba al tanto de los movimientos del presidente y su familia, que estaba encargado de su protección y que prestaba servicios personales. También que su fama de allegado al presidente había trascendido fuera de fronteras, de manera que funcionarios diplomáticos de otros países se comunicaban con él por su cercanía a Lacalle Pou.

Los regalos de algunos jefes de Estado, por lo pronto el de Dubai, se enviaron a su nombre y algunos de ellos a su propia dirección.

Aún no se sabe cuántos celulares tenía, si eran propiedad de él o de Presidencia, donde están si excedían de uno y qué pasó con las comunicaciones y chats con el presidente que fueron borrados, secuestrados, perdidos u ocultados por los organismos de inteligencia, por el presidente o por algún otro funcionario que haya participado en la cadena de custodia o haya procurado cortar dicha cadena para modificar el contenido de la memoria de él o los celulares. Con lo que se conoce, que es una mínima parte de lo que se podría investigar, alcanza para llenar un camión de papel.

Si hubo algún negocio exitoso de todos los que se conocen y de todos los que no se conocen que puedan o no estar incluidos en las 130.000 hojas que no fueron analizadas o los chats que fueron omitidos o que no fueron desencriptados, habría que saber donde está la plata producida por estos negocios si eran sólo en beneficio personal o habría algún otro beneficiario final.

Cabe preguntarse: ¿Todo esto que se sabe y lo que aun no se sabe sobre los negocios de Alejandro Astesiano es gravísimo o no lo es?

Cuesta creer que alguien diga que no, pero el Presidente de la República y las fuerzas políticas de la coalición de Gobierno consideran que no es grave, que el presidente no sabía nada de lo que hacía Astesiano, que los jerarcas que lo rodean también estaban en la luna, que Astensiano era solamente un “busca”, un perejil o un estafador de poca monta que actuaba solo y que ocultaba al presidente todas sus andanzas de la cual estaban enterados, los rusos que querían sacar pasaporte, los árabes que querían tener una reunión con el presidente, el jeque de Dubai que le quería hacer llegar un regalo a Loly, el productor argentino al que le mejicaneaban las cargas de soja en la carretera, los “empresarios que le vendieron drones a UTE y los que le querían vender basura al Ministerio de Defensa.

Nadie sabía que era un charlatán, un “busca”, un papanata al que ningún negocio le salían bien.

A mí me parece terrible y no me imagino que a los demás les parezca un episodio menor. Más grave me parece que a las encuestadoras de opinión pública y a la mayoría de los politólogos mediáticos les resulte creíble que nada de esto que constatamos y que surge de evidencias indiscutibles no afecten nada la opinión que la gente tenga de Lacalle Pou .

Es más, que en las mediciones de opinión una parte muy significativa de los frenteamplistas opinen que su gestión es buena.

Todo lo que mencionamos arriba es grave pero lo peor, lo más grave, casi condenatorio es que sea verdad que haya una parte tan numerosa de la opinión pública que estén felices de tener un nabo de Presidente, un boludo fotogénico al que un perejil lo llevaba de las narices, un fenómenos aún no descrito de la comunicación política que ha logrado engañar a todos y persuadirnos de que él es un ser de alma buena, inocente y crédulo al que cualquier perejil le hace creer que es un amigo leal y un funcionario fiel.

Si lo veo, no lo creo.

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