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Columna destacada | Luis | Ojeda | Partido Colorado

Del mismo palo

El Luis del Partido Colorado

Ojeda aprendió de Luis Lacalle Pou que la gente no se mueve por ideas, sino por emociones y que la imagen es lo prioritario para ganar.

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Para las elecciones internas del 30 de junio, el Frente Amplio tenía un objetivo muy difícil de alcanzar: llegar a los 400.000 votos. Casi ningún frenteamplista creyó en aquella meta planteada por su presidente Fernando Pereira; sin embargo, se pasaron los 410.000 sufragios, o sea, 150.000 votos más que en 2019.

Durante una entrevista en el programa En Perspectiva, Emiliano Cotelo y Romina Andrioli le plantearon al presidente del FA que los votos de los partidos de la coalición de gobierno fueron 37.000 más que los obtenidos por el FA, a lo que Fernando Pereira respondió: “A mí siempre me gustaron las matemáticas. En la elección interna anterior la coalición sumada le ganaba al FA por 430.000 votos. Ahora le gana por 30.000. Si quieren celebrar, que celebren; cada cual celebra con el dolor que quiere. Es obvio que las caras de la dirección del Partido Nacional no demostraban la alegría de tener una coalición mayoritaria, más bien demostraban un problema: que el Partido Nacional, el Partido Colorado y Cabildo Abierto tuvieron una votación más baja de la que se esperaban”. “Eso es un golpe. Y haber perdido 400.000 votos de distancia es tremendo golpe. Acá la cuenta es que el FA salió favorecido de la elección”.

Agreguemos que, si consideramos la fortuna que destinó a la campaña electoral, la derecha tuvo un pésimo resultado para semejante inversión.

Pese a que el Partido Nacional perdió 124.000 votos con respecto a la interna anterior, a Álvaro Delgado todo le salió como él quería. La desastrosa votación lograda por Laura Raffo le dio la excusa para colocar como su candidata a la vicepresidencia a la mediática Valeria Ripoll, tema sobre el cual, atendiendo al consejo de Napoleón Bonaparte que inicia esta nota, no voy a opinar más nada.

Pablo Mieres, presidente del partido unipersonal denominado Independiente, y Guido Manini Ríos, del partido militarista Cabildo Abierto, tuvieron una jornada bochornosa. Mieres, incluso, sacó unos 2.000 votos menos que el Dr. Gustavo Salle Lorier, líder del Partido Identidad Soberana, que quedó en el quinto lugar del abanico político partidario. Paralelamente, el Partido de la Gente (socio fundador de la coalición derechista) ni siquiera se presentó y ya no existe.

Eso sí, el Basta Ya (que no integra la coalición) se ganó el derecho de subir al ring.

El Partido Colorado, vaciado totalmente de batllismo, sacó la peor votación desde que se realizan elecciones internas, pasando apenas los 100.000 sufragios. El ingeniero Gabriel Gurméndez (el entregador de Antel) fue barrido por un candidato mucho más joven: Andrés Ojeda. El mediático abogado irrumpió en la política con grandes recursos económicos a su favor. Cuando los periodistas le preguntan de dónde saca tanto dinero, él los manda a preguntar eso mismo a Delgado.

Andrés Ojeda sabe tanto de la historia del Partido Colorado como Valeria Ripoll del Partido Nacional. En una entrevista radial con Orlando Petinatti demostró no saber en qué años llegó a la presidencia José Batlle y Ordóñez (1903 y 1911) ni cuántos años tiene de vida su partido.

Ojeda aprendió de Luis Lacalle Pou (a quien cataloga como su principal referente en política) que la gente no se mueve por ideas, sino por emociones (lo dijo directamente) y que la imagen es lo prioritario para ganar. El candidato presidencial argumentó públicamente que la clave de la renovación y su éxito en la interna no pasaría por la fortaleza de sus propuestas o profundidad conceptual, sino por la frivolidad: “Es la manera, es el estilo, la cercanía, la horizontalidad, estar en todos lados, hablar distinto, vestirse distinto, peinarse distinto”. ¿Se equivocó? En la interna logró menos del 10 % de los votos del Frente Amplio, pero doblegó a los contrincantes de su partido. Su triunfo se puede resumir en tres palabras: dinero, imagen y marketing. Cuidado. Con eso llegó a senador Juan Sartori. Con eso, y solo con eso, llegó a presidente Luis Lacalle Pou.

La culpa no es de ellos. La culpa es de un pueblo que se vanagloria de su cultura cívica; la mentira más brutal que le han metido en la cabeza.

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