Cada ola superada nos recuerda que, con perseverancia y pasión, todos podemos soñar más allá de lo que creemos posible, tanto en el agua como en la vida.

Mucho más que un deporte

La navegación es mucho más que solo un deporte; nos enseña a ser pacientes. Dependemos de factores externos de la naturaleza: el viento, las olas, las corrientes. Lo mejor que podemos hacer es predecirlos y adaptarnos, sin poder, ni tampoco querer, cambiar absolutamente nada de estos elementos.

Nos enseña a vivir en el presente. Tenemos que estar leyendo constantemente nuestro entorno para tomar mejores decisiones. Esto es algo difícil de encontrar en otros ámbitos, en un mundo tan inmediato y conectado.

Nos enseña a ser perseverantes. Podemos no tomar la mejor decisión respecto al viento en un momento dado, pero no nos definimos por los errores, sino por cómo nos levantamos de ellos.

Nos enseña a amar el mar, a no temerle, pero sí a respetarlo. Es un lugar donde las cosas tienen sentido con el entorno, pero también conmigo misma. Es una pausa y es una continuidad.

Estoy agradecida del mar, de la vela y de todo lo que me ha entregado. Cuando me preguntan por qué navego, generalmente lo asocian a mi historia familiar, donde mis padres, ambos navegantes, se conocieron en los Juegos Olímpicos de 1992. Esa fue, ciertamente, mi primera conexión con el mar.

Pero navego porque es el lugar donde me siento tranquila y, a la vez, donde mayor adrenalina he sentido en mi vida. Es donde he forjado grandes amistades, donde me he desafiado constantemente, donde he crecido mucho como persona y deportista, donde he perseguido sueños que se han cumplido y otros que no. Es donde he vivido grandes frustraciones y también grandes alegrías.

Orgullo y responsabilidad de representar a Chile

Cuando me preguntan qué siento al representar a Chile, respondo que siento orgullo y responsabilidad. Lo hago porque sueño con un Chile de cara al mar, con miles de niños y niñas navegando en todo el país. Chile se caracteriza por su larga y extensa costa, pero no son tantos los navegantes que existen en él.

Cuando me preguntan qué se siente ser parte de las primeras madre e hija en Chile en ir a unos Juegos Olímpicos (mi madre en Barcelona 1992 y yo en París 2024), siento felicidad por seguir los pasos de mi madre, pero también pienso que ojalá no fuéramos las primeras. Siento una gran responsabilidad por abrir caminos para futuras generaciones de mujeres en el deporte.

Ser mujer deportista

Ser deportista es un gran desafío, pero ser mujer deportista lo es aún más en un mundo que tradicionalmente ha sido dominado por hombres. Sin embargo, el mar no distingue entre hombres y mujeres. Las olas, el viento y las corrientes nos desafían a todos por igual. Es en este escenario donde encuentro mi mayor fortaleza y libertad.

Mientras me preparo para mis primeros Juegos Olímpicos, pienso y agradezco a todas las mujeres que han luchado por estar donde estamos hoy. París 1900 marcó el inicio de la participación femenina en los Juegos Olímpicos, y ahora, París 2024 será la primera edición con paridad entre atletas hombres y mujeres.

Aún quedan desafíos por superar, y espero que en las próximas ediciones de los Juegos Olímpicos la paridad se extienda a otros aspectos del evento (número de juezas, entrenadoras, equipos médicos, organizadores, etc).