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La manada de Susana: Tres gatos, compañía y un adiós

La manada de Susana: Tres gatos, compañía y un adiós

Micaela llegó a estrenar la manada después de haber pasado sus primeros meses de vida en el Hogar de Alicia, en Caldas, Antioquia. Susana, su cuidadora, la adoptó después de sentir por ella amor a primera vista: una foto en redes sociales que la mostraba como una “vaquita” diminuta bastó para convencerla de enviar la solicitud y ser, finalmente, su hogar definitivo. 

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Una gata negra con manchas blancas, o blanca con manchas negras llegó a darle alegría a un hogar con sus maullidos conversadores, escondiéndose primero detrás de la nevera, pero convirtiéndose, al poco tiempo, en la reina de la casa. 

La negrita, como le decía su cuidadora Susana, debió compartir un par de meses después el reinado con Turrón, el gato siamés snowshow que descartaron de un criadero porque no cumplía con los estándares de tamaño y peso, y que llegó a convertirse en el compañero inseparable de Micaela. 

la manada de susana

Turrón y Micaela

“La idea principal era que Micaela se quedara conmigo y Turrón con mi mamá, pero cuando nos separamos, porque me fui a vivir sola y me la llevé, los dos hicieron huelga de hambre y nos tocó volver a juntarlos”, cuenta Susana, quien terminó, después de muchas vueltas, quedándose con ambos y dándole la bienvenida a un tercero. 

Humo fue un regalo de un amigo de Susana, hijo de una camada de varios gatitos de los que salió él, un gato criollo gris que se mostró al comienzo violento y mordelón, pero que fue adaptándose a su nuevo hogar persiguiendo a Susana a todas partes con fidelidad, y enriqueciendo su vínculo inquebrantable con los demás felinos. 

El inicio del final: Los primeros signos de enfermedad 

Después de ocho años siendo una manada feliz, Humo comenzó a mostrar ciertos comportamientos que para su cuidadora resultaron extraños: dejó de comportarse como el portero de la manada, ya no perseguía a su cuidadora, vomitaba mucho y dejó de comer. Su mirada, que ahora era triste, reflejaba que algo no estaba del todo bien. 

Susana, entonces, tomó cartas en el asunto, y, después de una serie de exámenes aplicados a los tres gatos, el veterinario determinó que tenían diferentes hemoparásitos y afectaciones en sus organismos. Los tres, al parecer, tenían deshidratación y anemia. Aunque solamente Humo mostraba los síntomas, el diagnóstico para los tres no era muy alentador. 

“Empezamos un tratamiento con todas las posibilidades químicas, homeopáticas y demás. Millones invertidos en intentar salvar su salud, sin entender inicialmente que era mi egoísmo el que hablaba, que no quería dejarlos ir”, cuenta Susana, y agrega que, después de un día muy doloroso, y al ver que Humo se tambaleaba, no controlaba sus esfínteres y se volvía agresivo, la única posibilidad que quedaba era aplicarle la eutanasia y decirle adiós. 

la manada de susana

Humo

La memoria de una manada inolvidable 

Su compañía a partir de entonces fue la de sus otros dos gatos, Micaela y Turrón, que un par de meses más adelante tuvieron el mismo destino. Para Susana, la decisión desgarradora tuvo que ser la misma: despedirse. Y, después de esa despedida, tomó la decisión de quedarse sola, aunque pasen los años y vea sus fotos, hable de ellos, y sienta cada vez que le falta un pedazo de su corazón. 

Cuando recuerda esa época, Susana reconoce no saber cómo llegaron los hemoparásitos a sus tres gatos. “Sí sé cómo llegaron ellos, sé la cantidad de veces que me salvaron la vida, sé la vida que me regalaban cada que ronroneaban… Sé el vacío que siento, y a pesar del dolor, tengo la certeza de que ninguno de ellos partió en desamor, su vida fue magnética”, concluye Susana. 

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