Guardo en mi memoria el recuerdo de yo a mis 5 años, disfrutando comer, satisfaciendo mis antojos, siendo libre con respecto a la comida y a mi cuerpo. Sin juicios. Con el pasar de los años, en la adolescencia quedé atrapada en la cultura de las dietas, en el bombardeo del cuerpo ideal y de la delgadez. Siendo delgada empecé a hacer dietas, que lo único que provocaron fue que subiera y subiera de peso, se alentó mi metabolismo, mi set point cada vez ha sido más alto. Hasta que ya ningún plan sobre la tierra me funcionara. Pero lo peor fue perder el contacto con mis antojos, perder el gusto por comer, perder el apetito, y sentir culpa por ciertos alimentos. Y aún así no bajar ni un gramo. Más de 20 años así. Liberarse de éso es un proceso muy duro, no es fácil, pero vale la pena intentarlo, vale la pena darse cuenta lo absurdo que es vivir año tras año en restricción, por cumplir estándares imposibles. No es vida. Aceptar que existen cuerpos de diferentes formas y tamaños, aceptarte en tu tamaño Y recuperar el apetito de esa niña de 5 años, sin culpa, es un regalo de vida. Vale la pena atravesar el proceso tome el tiempo que tome.
ANÓNIMO
Recuerdo que desde la adolescencia casi siempre estuve a dieta. Eran un par de kilos los que necesitaba bajar. No eran muchos, pero cómo pesaban. A veces lo conseguía a través de dietas muy restringidas. No me gustaba mi cuerpo y pasaba gran parte del día concentrada en esos dos kilos de los que quería deshacerme. Mucho tiempo después me dio una depresión muy fuerte, causada por otros factores, y perdí el apetito. Comencé a bajar de peso y a usar talla cero. Lo más extraño es que la gente que no sabía de mi enfermedad, al verme tan flaca me decía que me veía muy bien. Dos años después de estar deprimida descubrieron que tenía epilepsia y era bipolar. Los nuevos medicamentos para mi enfermedad tenían como efecto secundario alentar mi metabolismo y darme un hambre voraz. Al principio fue muy reconfortante ver cómo recuperaba mi peso y me iba sintiendo cada vez mejor. Pero cuando me di cuenta que había aumentado casi diez kilos el golpe fue muy fuerte.
Intenté hacer dietas pero la ansiedad era demasiado grande. Y a pesar del ejercicio, que siempre hice, los kilos iban en aumento hasta sumar 16. Lo importante es que te sientas bien, me decía mi esposo, quien siempre me ha apoyado. Y obvio prefiero no estar deprimida aunque pese más. Pero la aceptación de mi nuevo cuerpo fue un proceso que me ha costado mucho trabajo. Pasé por momentos muy difíciles, lloré en los probadores de las tiendas porque no me quedaba la ropa, porque se me veía el estómago abultado, porque resaltaban los gordos de los brazos… Por suerte, estoy rodeada de amigas que me fueron presentando una filosofía de vida más amigable hacia el cuerpo. Aprendí a aceptarme y a no querer cambiarlo cada segundo. Aprendí a darme cuenta que tengo derecho a usar bikini al igual que lo hacen muchas mujeres que pesan 16 kilos menos que yo. Aprendí que el cuerpo es solo una pequeña parte de mí, y que eso no define quién soy ni cuáles son mis fortalezas. Y lo más maravilloso es que dejé de hacer dietas, y en cuanto me liberé de ellas, la ansiedad por los alimentos “prohibidos” se me quitó. Ahora reconozco las señales de hambre y de saciedad. Como de todo sin sentirme culpable, y ya no me paso los días intentando bajar esos kilos de más que me molestaron toda la vida. Ojalá más personas pudieran liberarse de la presión social que existe para ser delgadas. Hoy en día estoy en mi peso más alto y nunca me había sentido más sana, más plena y libre. El modelo de Salud en todas las Tallas me enseñó a dejar de juzgar a las personas por el tamaño de su cuerpo, pero sobre todo, me enseñó a dejar de juzgarme a mí.
ANÓNIMO
Durante años y años me repetí una y otra vez, que la única manera efectiva de bajar todos los kilos que me sobraban era por medio de una enfermedad. Hace poco una amiga me contó de alguien que tenía la solitaria viviendo en su estómago, que había bajado 20 kilos y que se rehusaba a entrar en tratamiento. Yo podría haber sido ese alguien. Hubiera dado todo porque en mi adolescencia existiera el movimiento de aceptación al cuerpo. Que al menos existiera esa otra opción, esa otra voz.
Pero estábamos (y aún se está) inmersos en una sola alternativa, ser flaca a costa de todo. Aunque se te vaya la salud en ello y en nombre de la salud misma. Porque nos han vendido hasta el cansancio que delgadez es igual a salud. Como si no existieran flacos enfermos, o con enfermedades terminales.
En aras de lograr esa delgadez/salud estuvimos dispuestas a mucho. Tomar medicinas, incluso de dudosa procedencia, de la mano de doctores o de gurús, ya daba igual; hacer dietas (más de 30 métodos), hacer ejercicio aun sin placer, masajes, cremas, y algunas más atrevidas que otras llegando a cirugías. ¿Dónde está la salud en ello? ¿Cómo queda afectada la salud mental? La industria de la moda y la farmacéutica, la médica incluso, nos han hecho creer algo que no es. Chimamanda Adichie tiene un TED talk: El peligro de la historia única.
Aplica aquí, el peligro de un sólo camino. Somos una humanidad, con cuerpos diversos, historias, realidades, genéticas, biologías variadas. Merecemos más historias. Más alternativas. Agradezco al movimiento de HAES, salud en todas las tallas y al Body Positive, por darnos la oportunidad de crearnos otra(s) realidad(es). Más humanas.
Por una salud incluyente.
E.
Raquel:
El día que llegue contigo me sentía muy decepcionada de mi misma por no haber podido, a mi edad, apegarme a una dieta por más de unos meses y tener que volver una y otra vez a hacerla….hoy entiendo que una dieta es un sistema que está destinado al fracaso porque si restrinjo a mi cuerpo éste naturalmente buscará satisfacer la carencia a la que lo he sometido y que por cierto percibe como agresión.
Ese día también tenía un sentimiento de «no encajar» en el molde del cuerpo perfecto, hoy entiendo que solo un porcentaje muy bajo de la población tiene acceso a este peso o medidas y que mi cuerpo es perfecto tal cual es, porque me permite moverme, pensar, estar presente y tener contacto con la vida.
Hoy entiendo que no todo el tiempo me voy a sentir a gusto con su forma pero que esto no implica lastimarlo, restringirlo o, peor aún, culparme por eso. Hoy veo esta no completa satisfacción como parte de la vida y veo que el verdadero reto está en la actitud que asumo frente a esto.
Con el paso de las consultas toqué temas muy dolorosos, cómo el haberme hecho sentir avergonzada por mi cuerpo por parte de otras personas. Hoy entiendo que mi cuerpo es mi territorio y que nadie tiene el derecho de opinar acerca de el, ni yo tengo el derecho de hacerlo con los cuerpos de otros.
Hoy entiendo que no podemos inferir nada acerca del estado de salud o el estilo de vida de alguien por la forma de su cuerpo. En otra de las consultas recordé cómo y cuándo se empezaron a instalar en mi estos pensamientos. Resulta que fue con la primera dieta que hice a los 14 años. Con la información que ahora tengo sé que nunca sometería a mis hijas a una dieta, ni a esa edad ni a ninguna.
Me llevaste a cuestionar mi juicio hacia los alimentos, qué los hace buenos o malos?, Permitidos o no? Y descubrí que con las opiniones de otros, ya sean amigos o «expertos» nos vamos construyendo nuestra propia cárcel de qué puedo comer o qué no. Hoy se que solamente yo puedo saber qué me hace bien.
Aprendí a estar en contacto y a escuchar a mi cuerpo. A darle lo que necesita, en el momento que lo necesita y en la cantidad que es adecuada para mí. Sin juicios. Entendiendo que esto puede variar de un día a otro y que es parte del proceso de estar viva.
Gracias por tu escucha, por tus preguntas que me llevaron a cuestionarme creencias de mucho tiempo atrás, por tu respeto frente a mi proceso, por tu mirada siempre compasiva, por tu deseo de ayudarme, por las lecturas recomendadas, por tu presencia y confidencialidad.
Gracias por brindarme un espacio que no había tenido nunca antes, un espacio que en verdad me ayudó a sanar mi relación con la comida y con mi cuerpo.
ANÓNIMO
Raquel abre una puerta a la aceptación. La posibilidad de comprender la razón de nuestros fracasos en el mundo de las dietas y la de empoderarnos para, poco a poco, atrevernos a una vida en libertad, con el cuerpo que tenemos aquí y ahora.
ANÓNIMO
Yo estoy muy feliz y en paz con la comida y mi cuerpo desde que empecé en este camino de alimentación intuitiva, creo que Raquel hace un gran trabajo en realmente fomentar un cambio cultural y social referente a la diversidad corporal y la forma en que se ve a la comida.
ANÓNIMO
Me había tardado en escribir este testimonio porque no quería repetir cosas sobre la filosofía de “Salud en todas las tallas” que ahora está integrada en mi vida gracias al trabajo con Raquel y al seguimiento de su contenido en redes. Como hombre, hablar de estos temas a veces se siente como algo raro, los hombres pareciera que no experimentamos una relación complicada con nuestro cuerpo y salud, pero no hay nada más falso que eso. Vengo regresando de hacer ejercicio y esto es particularmente relevante para mi, pues de chico y adolescente era una persona muy deportista. Poco a poco fui alejándome del ejercicio por culpa de las dietas, que me hicieron verlo como una actividad exclusivamente relacionada con la pérdida de peso. Esto me hizo integrar grandes mitos tales como “si no corres mínimo 60 minutos no sirve para nada lo que estás haciendo porque tu cuerpo empieza a quemar calorías a partir de los 40 minutos”, “el ejercicio sin alimentación específica no sirve”. Todo esto hizo que viera al ejercicio como un sufrimiento cuyo único objetivo es perder peso. Gracias a mi proceso con Raquel llevo tiempo reconectando con el placer de hacer ejercicio y hoy, después de mas de 4 meses de haber decidido regresar a practicarlo por el placer de hacerlo, me siento finalmente en forma, con buena condición y por primera vez desde hace años, solo monitoreo el placer de hacerlo. Como se imaginarán los resultados en mi salud son tan evidentes que no tengo necesidad de andar midiendo obsesivamente esta práctica. Dejé mi reloj y la banda que miden las calorías y el enfoque es completamente otro. Con respecto a la comida , puedo decir que todos los mitos adquiridos por más de 20 tipos de dieta que hice, se han roto. Hoy como y disfruto todo tipo de alimentos, los integro todos en mi día a día, sin tabúes y con un enfoque particular a disfrutarlos. Algo que rescato mucho del proceso que experimenté con Raquel fue el abrir la mente, el romper todos estos paradigmas que en un momento de vulnerabilidad me compré y que solo fueron creciendo. Todo lo aprendido en estos meses me ha ayudado en más áreas de mi vida. He llegado a CONFIAR en mí mismo, a escuchar a mi cuerpo como nunca antes lo había hecho y a dejar de buscar un “perfeccionismo” impulsado por una cultura que únicamente me llevo a perder muchas cosas que hoy, después de décadas, estoy volviendo a disfrutar.
ANÓNIMO
Guardo en mi memoria el recuerdo de yo a mis 5 años, disfrutando comer, satisfaciendo mis antojos, siendo libre con respecto a la comida y a mi cuerpo. Sin juicios. Con el pasar de los años, en la adolescencia quedé atrapada en la cultura de las dietas, en el bombardeo del cuerpo ideal y de la delgadez. Siendo delgada empecé a hacer dietas, que lo único que provocaron fue que subiera y subiera de peso, se alentó mi metabolismo, mi set point cada vez ha sido más alto. Hasta que ya ningún plan sobre la tierra me funcionara. Pero lo peor fue perder el contacto con mis antojos, perder el gusto por comer, perder el apetito, y sentir culpa por ciertos alimentos. Y aún así no bajar ni un gramo. Más de 20 años así. Liberarse de éso es un proceso muy duro, no es fácil, pero vale la pena intentarlo, vale la pena darse cuenta lo absurdo que es vivir año tras año en restricción, por cumplir estándares imposibles. No es vida. Aceptar que existen cuerpos de diferentes formas y tamaños, aceptarte en tu tamaño Y recuperar el apetito de esa niña de 5 años, sin culpa, es un regalo de vida. Vale la pena atravesar el proceso tome el tiempo que tome.
ANÓNIMO
Recuerdo que desde la adolescencia casi siempre estuve a dieta. Eran un par de kilos los que necesitaba bajar. No eran muchos, pero cómo pesaban. A veces lo conseguía a través de dietas muy restringidas. No me gustaba mi cuerpo y pasaba gran parte del día concentrada en esos dos kilos de los que quería deshacerme. Mucho tiempo después me dio una depresión muy fuerte, causada por otros factores, y perdí el apetito. Comencé a bajar de peso y a usar talla cero. Lo más extraño es que la gente que no sabía de mi enfermedad, al verme tan flaca me decía que me veía muy bien. Dos años después de estar deprimida descubrieron que tenía epilepsia y era bipolar. Los nuevos medicamentos para mi enfermedad tenían como efecto secundario alentar mi metabolismo y darme un hambre voraz. Al principio fue muy reconfortante ver cómo recuperaba mi peso y me iba sintiendo cada vez mejor. Pero cuando me di cuenta que había aumentado casi diez kilos el golpe fue muy fuerte.
Intenté hacer dietas pero la ansiedad era demasiado grande. Y a pesar del ejercicio, que siempre hice, los kilos iban en aumento hasta sumar 16. Lo importante es que te sientas bien, me decía mi esposo, quien siempre me ha apoyado. Y obvio prefiero no estar deprimida aunque pese más. Pero la aceptación de mi nuevo cuerpo fue un proceso que me ha costado mucho trabajo. Pasé por momentos muy difíciles, lloré en los probadores de las tiendas porque no me quedaba la ropa, porque se me veía el estómago abultado, porque resaltaban los gordos de los brazos… Por suerte, estoy rodeada de amigas que me fueron presentando una filosofía de vida más amigable hacia el cuerpo. Aprendí a aceptarme y a no querer cambiarlo cada segundo. Aprendí a darme cuenta que tengo derecho a usar bikini al igual que lo hacen muchas mujeres que pesan 16 kilos menos que yo. Aprendí que el cuerpo es solo una pequeña parte de mí, y que eso no define quién soy ni cuáles son mis fortalezas. Y lo más maravilloso es que dejé de hacer dietas, y en cuanto me liberé de ellas, la ansiedad por los alimentos “prohibidos” se me quitó. Ahora reconozco las señales de hambre y de saciedad. Como de todo sin sentirme culpable, y ya no me paso los días intentando bajar esos kilos de más que me molestaron toda la vida. Ojalá más personas pudieran liberarse de la presión social que existe para ser delgadas. Hoy en día estoy en mi peso más alto y nunca me había sentido más sana, más plena y libre. El modelo de Salud en todas las Tallas me enseñó a dejar de juzgar a las personas por el tamaño de su cuerpo, pero sobre todo, me enseñó a dejar de juzgarme a mí.
ANÓNIMO
Durante años y años me repetí una y otra vez, que la única manera efectiva de bajar todos los kilos que me sobraban era por medio de una enfermedad. Hace poco una amiga me contó de alguien que tenía la solitaria viviendo en su estómago, que había bajado 20 kilos y que se rehusaba a entrar en tratamiento. Yo podría haber sido ese alguien. Hubiera dado todo porque en mi adolescencia existiera el movimiento de aceptación al cuerpo. Que al menos existiera esa otra opción, esa otra voz.
Pero estábamos (y aún se está) inmersos en una sola alternativa, ser flaca a costa de todo. Aunque se te vaya la salud en ello y en nombre de la salud misma. Porque nos han vendido hasta el cansancio que delgadez es igual a salud. Como si no existieran flacos enfermos, o con enfermedades terminales.
En aras de lograr esa delgadez/salud estuvimos dispuestas a mucho. Tomar medicinas, incluso de dudosa procedencia, de la mano de doctores o de gurús, ya daba igual; hacer dietas (más de 30 métodos), hacer ejercicio aun sin placer, masajes, cremas, y algunas más atrevidas que otras llegando a cirugías. ¿Dónde está la salud en ello? ¿Cómo queda afectada la salud mental? La industria de la moda y la farmacéutica, la médica incluso, nos han hecho creer algo que no es. Chimamanda Adichie tiene un TED talk: El peligro de la historia única.
Aplica aquí, el peligro de un sólo camino. Somos una humanidad, con cuerpos diversos, historias, realidades, genéticas, biologías variadas. Merecemos más historias. Más alternativas. Agradezco al movimiento de HAES, salud en todas las tallas y al Body Positive, por darnos la oportunidad de crearnos otra(s) realidad(es). Más humanas.
Por una salud incluyente.
E.
Raquel:
El día que llegue contigo me sentía muy decepcionada de mi misma por no haber podido, a mi edad, apegarme a una dieta por más de unos meses y tener que volver una y otra vez a hacerla….hoy entiendo que una dieta es un sistema que está destinado al fracaso porque si restrinjo a mi cuerpo éste naturalmente buscará satisfacer la carencia a la que lo he sometido y que por cierto percibe como agresión.
Ese día también tenía un sentimiento de «no encajar» en el molde del cuerpo perfecto, hoy entiendo que solo un porcentaje muy bajo de la población tiene acceso a este peso o medidas y que mi cuerpo es perfecto tal cual es, porque me permite moverme, pensar, estar presente y tener contacto con la vida.
Hoy entiendo que no todo el tiempo me voy a sentir a gusto con su forma pero que esto no implica lastimarlo, restringirlo o, peor aún, culparme por eso. Hoy veo esta no completa satisfacción como parte de la vida y veo que el verdadero reto está en la actitud que asumo frente a esto.
Con el paso de las consultas toqué temas muy dolorosos, cómo el haberme hecho sentir avergonzada por mi cuerpo por parte de otras personas. Hoy entiendo que mi cuerpo es mi territorio y que nadie tiene el derecho de opinar acerca de el, ni yo tengo el derecho de hacerlo con los cuerpos de otros.
Hoy entiendo que no podemos inferir nada acerca del estado de salud o el estilo de vida de alguien por la forma de su cuerpo. En otra de las consultas recordé cómo y cuándo se empezaron a instalar en mi estos pensamientos. Resulta que fue con la primera dieta que hice a los 14 años. Con la información que ahora tengo sé que nunca sometería a mis hijas a una dieta, ni a esa edad ni a ninguna.
Me llevaste a cuestionar mi juicio hacia los alimentos, qué los hace buenos o malos?, Permitidos o no? Y descubrí que con las opiniones de otros, ya sean amigos o «expertos» nos vamos construyendo nuestra propia cárcel de qué puedo comer o qué no. Hoy se que solamente yo puedo saber qué me hace bien.
Aprendí a estar en contacto y a escuchar a mi cuerpo. A darle lo que necesita, en el momento que lo necesita y en la cantidad que es adecuada para mí. Sin juicios. Entendiendo que esto puede variar de un día a otro y que es parte del proceso de estar viva.
Gracias por tu escucha, por tus preguntas que me llevaron a cuestionarme creencias de mucho tiempo atrás, por tu respeto frente a mi proceso, por tu mirada siempre compasiva, por tu deseo de ayudarme, por las lecturas recomendadas, por tu presencia y confidencialidad.
Gracias por brindarme un espacio que no había tenido nunca antes, un espacio que en verdad me ayudó a sanar mi relación con la comida y con mi cuerpo.
ANÓNIMO
Raquel abre una puerta a la aceptación. La posibilidad de comprender la razón de nuestros fracasos en el mundo de las dietas y la de empoderarnos para, poco a poco, atrevernos a una vida en libertad, con el cuerpo que tenemos aquí y ahora.
ANÓNIMO
Yo estoy muy feliz y en paz con la comida y mi cuerpo desde que empecé en este camino de alimentación intuitiva, creo que Raquel hace un gran trabajo en realmente fomentar un cambio cultural y social referente a la diversidad corporal y la forma en que se ve a la comida.
ANÓNIMO
Me había tardado en escribir este testimonio porque no quería repetir cosas sobre la filosofía de “Salud en todas las tallas” que ahora está integrada en mi vida gracias al trabajo con Raquel y al seguimiento de su contenido en redes. Como hombre, hablar de estos temas a veces se siente como algo raro, los hombres pareciera que no experimentamos una relación complicada con nuestro cuerpo y salud, pero no hay nada más falso que eso. Vengo regresando de hacer ejercicio y esto es particularmente relevante para mi, pues de chico y adolescente era una persona muy deportista. Poco a poco fui alejándome del ejercicio por culpa de las dietas, que me hicieron verlo como una actividad exclusivamente relacionada con la pérdida de peso. Esto me hizo integrar grandes mitos tales como “si no corres mínimo 60 minutos no sirve para nada lo que estás haciendo porque tu cuerpo empieza a quemar calorías a partir de los 40 minutos”, “el ejercicio sin alimentación específica no sirve”. Todo esto hizo que viera al ejercicio como un sufrimiento cuyo único objetivo es perder peso. Gracias a mi proceso con Raquel llevo tiempo reconectando con el placer de hacer ejercicio y hoy, después de mas de 4 meses de haber decidido regresar a practicarlo por el placer de hacerlo, me siento finalmente en forma, con buena condición y por primera vez desde hace años, solo monitoreo el placer de hacerlo. Como se imaginarán los resultados en mi salud son tan evidentes que no tengo necesidad de andar midiendo obsesivamente esta práctica. Dejé mi reloj y la banda que miden las calorías y el enfoque es completamente otro. Con respecto a la comida , puedo decir que todos los mitos adquiridos por más de 20 tipos de dieta que hice, se han roto. Hoy como y disfruto todo tipo de alimentos, los integro todos en mi día a día, sin tabúes y con un enfoque particular a disfrutarlos. Algo que rescato mucho del proceso que experimenté con Raquel fue el abrir la mente, el romper todos estos paradigmas que en un momento de vulnerabilidad me compré y que solo fueron creciendo. Todo lo aprendido en estos meses me ha ayudado en más áreas de mi vida. He llegado a CONFIAR en mí mismo, a escuchar a mi cuerpo como nunca antes lo había hecho y a dejar de buscar un “perfeccionismo” impulsado por una cultura que únicamente me llevo a perder muchas cosas que hoy, después de décadas, estoy volviendo a disfrutar.
ANÓNIMO