Mi turbulento 2018

 

 

Para Sharon, a quien pensé cada uno de los días del 2018, y a quien estoy segura que seguiré pensando cada uno de los años de mi vida

 

El 2018 se presentó  ante mi familia de la forma más turbulenta posible. Los primeros días del  año que está por concluir experimentamos una sacudida  mucho más fuerte y dolorosa de lo que jamás hubiéramos podido imaginar. La prematura y trágica  muerte de mi querida cuñada Sharon, cuyo cuerpo súbitamente enfermó y se deterioró a una velocidad abrumadora, hizo que recibiéramos el  nuevo año en medio de una tristeza y desconsuelo imposibles de describir con palabras.

Evidentemente, el golpe más fuerte y devastador lo recibieron mi hermano y mis pequeños sobrinos, quienes no han dejado de sorprenderme mostrando la gran  capacidad resiliente que poseen y que les ha permitido estar hoy, a casi un año de la partida de Sharon, reconstruyéndose de forma admirable.

Sin embargo, en este artículo, quisiera hablar del terremoto personal y el reacomodo que sufrí en este año que termina, y que sin duda estuvo altamente influenciado por la forma en que éste inició.

La partida prematura de Sharon vino a remover en mí muchas cosas, sobre todo, aquellas relacionadas con la fragilidad y la vulnerabilidad de la condición humana. “La vida se va en un parpadeo”, escuchamos decir de forma constante, pero esta vez, el vivirlo tan de cerca y poder constatar que, en efecto, así es, me llevó a cuestionar muchas cosas de mi propia existencia, entre ellas, mi vida profesional. Es difícil expresarlo con palabras, pero algo muy fuerte se movió dentro de mi: fue como si una voz interna comenzara a gritarme que  ya no había más tiempo que perder y que debía armarme de valor, salir de mi zona de confort y hablar de forma clara, firme y contundente acerca de temas que tiempo atrás rondaban en mi cabeza pero que no había tenido ni la claridad ni la valentía para acomodarlos y sobre todo, para mostrarlos al mundo.

Fue a principios de Junio, cuando después de una cena con amigas queridas que ya estaban familiarizadas con mis críticas constantes al mundo de las dietas, me decidí a escribir el primer post en mi Facebook personal, lanzando un fuerte juicio a la cultura de las dietas y a su obsesión por la delgadez. No puedo negar que titubeé antes de lanzarlo, y que temí a las respuestas, ya que en realidad, no tenía idea de que esperar. Para mi sorpresa, las reacciones de quienes leyeron fueron en su mayoría de apoyo: comencé a recibir mensajes de gente que aplaudía en mí el valor de ponerle nombre a las cosas, y de denunciar algo que por estar tan normalizado, ya casi nos era imposible de ver.

Obviamente esto, junto a la convicción que tenía ya del tema, me impulsó a seguir, de forma que fui atreviéndome a lanzar cada vez mensajes más críticos y agresivos, y para mi asombro,  las reacciones fueron escalando en número y en intensidad: comencé a recibir de forma privada testimonios de mucho dolor por parte de conocidos y desconocidos, que me narraban el enorme sufrimiento que habían vivido desde edades tan tempranas como los 5 o 6 años  y  que seguían experimentando aún en su vida adulta.

Fue así como comenzó a formarse una bola de nieve imposible de detener, y fue así también como adquirí el empuje y la motivación para darle vida a nuevos proyectos, todos encaminados a luchar por un mundo más justo para todos  los cuerpos: la apertura de mi página web, de mi página de FB y de mi cuenta de Instagram, la creación de mi Blog, mi ingreso a Salud en Todas las Tallas México,  el inicio de mi certificación como Body Trust Provider en Be Nourished y la afortunada fusión con dos queridas y admiradas colegas para formar “Nu-trio-lógicas”.

Esta nutriomorfosis, como suelo llamarle, fue un paso decisivo en mi vida profesional, y sin duda fue también lograda gracias al acompañamiento que tuve: tanto mi familia, como mis queridas amigas y aquellas colegas que comparten conmigo la misma visión, fueron parte del empuje que me llevó a seguir, a no frenar incluso cuando el panorama se veía poco prometedor. Su escucha incondicional y su estímulo constante para reforzarme que este era el camino correcto hizo que en ningún momento pensara en tirar la toalla. Para ellos y ellas solo tengo el mayor de los agradecimientos.

Hoy está por cerrarse este 2018, y al hacer mi recuento, lo percibo como uno de los años más agitados  y turbulentos que me ha tocado vivir.  Fue un año duro, triste y difícil, pero sin duda también un año de un crecimiento personal y profesional desmedido. Un año que me deja claro que no podemos tener la menor idea de lo que nos espera, y que por más planes y propósitos que planteemos para el 2019, la vida se presentará ante nosotros impredecible.

Quisiera cerrar este texto con una frase de Haruki Murakami  que justo leí a mediados de este año y que hoy hace sentido en mí:

“A quienes estén atravesando en estos momentos de su vida circunstancias difíciles que les provoquen sufrimiento me gustaría decirles: Puede que ahora sea duro, pero es muy probable que en el futuro tenga consecuencias positivas. No sé si servirá de consuelo, pero me parece importante insistir en la necesidad de avanzar, de no decaer, de  no abandonar nunca ese punto de vista”.

Quiero aclarar que en ningún momento pretendo afirmar que las desgracias puedan llegar a agradecerse. Las tragedias son para todos esos episodios que preferiríamos no atravesar, y que en cualquier caso, daríamos todo cuanto pudiéramos por que no se hubiesen presentado. Sin embargo, la vida es así: los sucesos que vivimos, catástrofes incluidas, nos transforman y modifican el rumbo de las cosas, e incluso de las peores adversidades llegan a surgir cosas positivas.