¿La delgadez justifica los medios?

 

No es un secreto: vivimos en una cultura obsesionada con la delgadez. Desde edades muy tempranas, niños y niñas reciben el mensaje de que los cuerpos delgados son los mejores y de que a ellos están asociadas,  de forma automática,  cualidades tan deseadas como el éxito, el amor, la aceptación de los otros y la felicidad.

 

Es lamentable ver como niños y niñas desde los 8 y 9 años empiezan ya a preocuparse por el tamaño de su cuerpo, al tiempo que comienzan a restringir su alimentación con la finalidad de conservar o alcanzar un cuerpo delgado que les garantice ser aceptados, amados y valorados. (Varios estudios revelan que el 80% de niñas menores de 10 años temen estar gordas y  que ya han hecho alguna dieta)

 

Y no es de extrañar que en estas épocas todos queramos estar flacos: vivimos en un mundo que trata mejor a las personas delgadas y que juzga, señala y estigmatiza a aquellos que tienen un cuerpo de mayor tamaño. Esta discriminación a los cuerpos grandes, también conocida como gordofobia, está tan normalizada que ni siquiera la cuestionamos, y es así como  quienes son objeto de burlas y señalamientos por el tamaño de su cuerpo llegan a sentir que se lo merecen,  mientras que  día a día luchan por sobrevivir en un mundo que no se tienta el corazón diciéndoles  de mil y una formas que sus cuerpos son inadecuados.

 

Esta obsesión por la delgadez ha llegado a tal extremo que aplaudimos y alentamos las conductas alimentarias de riesgo en que incurren las personas con tal de ser flacas. Pareciera ser que “la delgadez justifica los medios”, y no importa si la persona accedió a ella atentando contra su salud por medio de restricciones severas, consumo de medicamentos riesgosos, ejercicio excesivo, uso de laxantes o incluso adquiriendo un trastorno de la conducta alimentaria, “lo importante es que estás más flaco y eso hay que celebrarlo”.

 

¿Por qué tenemos esa costumbre tan arraigada de elogiar la delgadez? ¿Por qué felicitamos sin pensar a quien perdió peso?¿De qué lo felicitamos? ¿Qué sabemos de su historia personal o de lo que lo llevó a adelgazar de esa manera? ¿Y si lo que estamos elogiando es una depresión, un cáncer o un trastorno de la conducta alimentaria?

 

En esta búsqueda constante de la delgadez estamos dispuestos a sacrificar infinidad de cosas: renunciamos a nuestros alimentos favoritos, nos sometemos a rutinas de ejercicio extenuantes que nos llevan al límite, dejamos de asistir a eventos sociales por temor a enfrentarnos a la comida o bien nos forzamos a alimentarnos de polvos y licuados tratando de convencernos de que saben bien, y de que no extrañamos aquellos alimentos que nos prohibimos.

 

La obsesión por la delgadez nos está enfermando: nos está volviendo esclavos de nuestro cuerpo vendiéndonos la falsa idea de que podemos manipular y controlar su tamaño a nuestro gusto, y que si no lo logramos es porque no nos esforzamos lo suficiente o porque hay algo descompuesto en nosotros. La obsesión por la delgadez ha llevado a que quienes gozan de ésta por genética, muchas veces se sientan con derecho a juzgar y señalar a quienes carecen de ella, en un tono que suena a algo así como “si yo estoy flac@ tú también puedes (y debes) estarlo”.

 

Los cuerpos por naturaleza vienen en formas y tamaños diversos: así como hay cuerpos que genéticamente son más altos o más morenos, también hay los que son más delgados o más grandes. Pretender que todos los cuerpos debieran alinearse a un solo molde con la finalidad de ser valorados, respetados y aceptados, no solo es absurdo, sino que es sumamente violento.

 

Y claro que mucha de esta obsesión se centra en un miedo profundo que también ha sido arraigado en nosotros: el miedo a enfermar. La cultura imperante se ha encargado de equiparar delgadez con salud de una forma irrefutable, hasta hacernos creer que estos términos son sinónimos. Sin embargo, cuestionémonos un poco ¿Es verdad que cuanto más delgado es un cuerpo más sano es? ¿No existen personas con pesos altos que gozan de buena salud? ¿O personas delgadas que cursan con enfermedad? ¿La salud se reduce únicamente al área cardiometabólica?¿Y qué hay de la salud emocional que muchas veces es severamente dañada por esta constante obsesión y lucha por adquirir un cuerpo más delgado?

 

Y ENTONCES, ¿QUÉ HACEMOS?

 

Sé que el panorama que pinto puede sonar bastante desolador, y que seguro habrá entre los lectores quienes se identifiquen con mis palabras pero que se cuestionen de qué forma esto puede cambiar. Estoy muy consiente de que como nutrióloga nado diariamente contra corriente en una cultura que bombardea de forma constante el mensajeopuesto. Sin embargo, si de verdad a ti te gustaría que esto cambie, hay un par de cosas que puedes empezar a hacer:

 

  • DEJA DE ELOGIAR LA DELGADEZ:

Sé que esta es una costumbre que tenemos muy arraigada, y que es difícil deshacer. Sin embargo, la próxima vez que estés tentado a alabar a alguien por haber perdido peso detente a pensar en el impacto que esto puede tener. ¿Y si esta persona perdió peso por alguna situación desfavorable?, o bien ¿Cómo se sentirá esta persona si el día de mañana recupera el peso perdido (cosa altamente probable) y deja de recibir elogios y aplausos?. Alabar la delgadez es seguir fomentando la creencia de que los cuerpos delgados son mejores que los de tamaño mayor.

 

  • APLAUDE Y DIFUNDE MENSAJES DE DIVERSIDAD CORPORAL:

Afortunadamente cada vez son más los mensajes que promueven diferentes tipos de cuerpo como aspiracionales o positivos. Distintas empresas empiezan ya a retar los estándares de belleza mostrando en su publicidad personas de diversos tamaños asumiendo que todos estos cuerpos son normales. Aplaudir e impulsar estas campañas hace que el mensaje vaya permeando en nuestra sociedad.

 

  • APRENDE A DETECTAR Y A RETAR LOS MENSAJES GORDOFÓBICOS:

Cobra conciencia de cómo estos mensajes se encuentran por todos lados; analízalos, rétalos y si tienes ganas,  denúncialos. Y date cuenta de la forma en que estas narrativas lastiman a las personas que viven en cuerpos más grandes, al tiempo que vas integrando la idea de que todos los cuerpos merecen ser tratados con la misma dignidad y respeto.

 

  • SIEMBRA SEMILLAS DE DIVERSIDAD CORPORAL EN LAS NUEVAS GENERACIONES

Si queremos que las cosas cambien, creo que donde más debemos trabajar es en las generaciones futuras. Intenta filtrar un mensaje de diversidad e inclusión en los niños y niñas que hay a tu alrededor. Hazles saber que su valor va mucho más allá de la forma en que lucen o el tamaño que tiene su cuerpo, y sobre todo, enséñales a respetar por igual a todas las personas , sabiendo que la mejor manera de hacerlo es poniendo tú el ejemplo.

 

 

Sé que muchos pensarán que soy una soñadora (y de hecho, lo soy), pero creo con fuerza que los cambios comienzan de uno en uno: “Roma no se hizo en un día”. Si empiezas cambiando las narrativas y visiones de tu familia y tus círculos cercanos estoy segura de que serás un agente de cambio en un mundo que tanto lo necesita.