León en los tiempos del Cólera

La presa de San Isidro hacia el Molino Sidrón en la Era del Moro en el León del siglo XIX.

El carlismo debe estar presente para comprender buena parte de cualquier acontecimiento histórico del siglo XIX, y tampoco se puede discernir el siglo XIX sin tener conocimientos sobre las exclaustraciones y las desamortizaciones. El hecho de ser propietario de fincas urbanas o rústicas en absoluto era sinónimo de buena disposición de dinero líquido o efectivo. Un ejemplo más podría ser el de Juan Antonio Fernández Lorenzana, porque este propietario de la montaña leonesa (casado con una de las herederas de la familia Gómez Buelta) vivía en realidad del crédito, crédito que a su vez era avalado por sus propiedades.

Este fenómeno no fue específico de Juan Antonio Fernández Lorenzana, sino bastante común, y basta exponer el caso del todopoderoso Fernando Merino Villarino, consorte de la condesa de Sagasta, quien vivió constantemente endeudado. Por algo el propio Ortega y Gasset llegó a declarar, no sin cierta sorna, al hablar de Fernando Merino: “¿Pero ha visto usted cómo está su cuenta corriente?” Podríamos mencionar el caso de otro patrimonio leonés, como es el caso de Cayo Balbuena…

Liberalismo, Tradicionalismo, Desamortización y Exclaustración, dicotómicas tendencias arraigadas en la Sociedad hispánica, pero también en la americana y europea. Un combate físico por un ideal. La emancipación de la América virreinal zozobró por las mismas dudas. Fernando VII, cuya política consistió en no mantener ninguna de las dos tendencias, lejos de procurar un verdadero símbolo de la unidad hispánica, atenuar enconos y rivalidades que desde la Francesada se suscitaron en el Reino, había vivido fluctuando entre dos opuestas parcialidades, y ora inclinándose por el bando llamado apostólico, ora haciendo alarde de un imprudente liberalismo, fomentó las pasiones y el odio recíproco que ambas tendencias se profesaban y que dieron lugar a varias guerras civiles y revoluciones. El último conflicto de importancia fue la llamada Tercera Guerra Carlista entre 1872 y 1876, tras la Revolución Gloriosa de 1868 –en 1869 se produjo un levantamiento carlista, principalmente en la provincia de León y en zonas de las dos Castillas Vieja y Nueva, rápidamente abortado– en una mitad del siglo XIX que también destacó no solo por la inestabilidad bélica en España, sino por la gran mortandad de varias enfermedades que se iban sucediendo en oleadas. 

Liberalismo o Tradicionalismo, desamortizaciones, exclaustraciones, crédito y carlismo fueron los ingredientes que desembocarían en nuestra gran Guerra Civil de 1936. Agravadas por las penosas condiciones de salud de las clases populares en aquellos tiempos.

En la tabla superior se ve esta relación remitida por Blas Lázaro, administrador del propietario leonés Juan Antonio Fernández Lorenzana, sobre el producto de las rentas de sus tres inmuebles en Madrid, en la calle de Atocha, calle del Baño (actual Ventura Rodríguez) y calle Buenavista/Zurita. En el documento se especifica el importe de las rentas mensuales añadiendo las subidas de dichas rentas. El caso de Juan Antonio Fernández Lorenzana es uno más de entre los leoneses propietarios rentistas con todo tipo de intereses en Madrid.

La correspondencia que se conserva pone de manifiesto las inquietudes y problemas de estos propietarios, como eran la buena marcha y el mantenimiento y mejora de sus propiedades.

Las epidemias en el siglo XIX

Pero existía otro tema fundamental y de común desasosiego compartido con el resto de la población: las epidemias. Durante el siglo XIX el cólera fue la pandemia por excelencia. El cólera es una enfermedad producida por la bacteria Vibrio cholerae. Hoy se sabe que su transmisión se produce por la ingesta de agua o alimentos contaminados, pero en la primera oleada epidémica se desconocía casi todo respecto a esta enfermedad de la que no había tampoco conocimientos médicos en Europa de cómo se producía pese a la gran mortandad que generaba.

La provincia de León, y la capital leonesa, sufrieron muchísimo en 1865, al igual que toda España cuando se produjo un fuerte brote de esta enfermedad. Algo que también ocurría en otros países de Europa. Aún no había vacuna para ella y numerosas veces se reprodujeron mortandades causadas por esta enfermedad. Así cuenta Manuel Alonso a uno de sus primos en León cómo superó la oleada que protagoniza este reportaje:

Madrid, 16 de noviembre de 1865

Mi estimado primo Juan [Fernández Lorenzana]: recibí su apreciable del 7 y le agradezco mucho su cuidado por nuestra salud. A Dios gracias, hasta el presente nos hemos ido librando sin novedad en medio de las muchas víctimas que en ésta ha hecho el famoso cólera. Yo estuve malo unos cuantos días, pero no fue nada. Por Blas suelo saber mensualmente de la salud de ustedes y siempre le encargo le dé impresiones de nuestra parte.

Sentimos mucho el padecimiento de usted deseando pronto y cumplido alivio.

Yo estoy bastante atareado con dos testamentarías que me han caído a la vez, una de un compañero de oficina y la otra de aquel D. Juan, pariente mío, que vivía en la Cuesta de la Vega, a quien me parece conocía usted, ambas víctimas del cólera.

Damos a V. gracias por la oferta que nos hace de su casa, excusando decirle que sabe puede disponer igualmente de la nuestra.

Sin más por hoy reciba V. los afectos de Damiana, Juan Antonio y demás familia, dándoselos a Bernarda y sin más mande cuanto guste a éste su primo.

Manuel Alonso

Pero hay otros personajes ilustres leoneses que también se preocuparon por la situación, explicando en cartas o documentación lo que ocurría en la capital. Así este aviso de la Alcaldía leonesa se enviaba a los prohombres del país para solicitar ayuda:

Como lo demuestra este oficio del alcalde Pablo de León Brizuela al banquero y diputado Felipe Fernández-Llamazares. Mientras en la ciudad de León, la alta burguesía era la encargada de responsabilizarse –por distritos o barrios– de lidiar y mitigar tanta desgracia.

León, una de las provincias más afectadas

León, junto a Valencia, Teruel, Gerona, Palma de Mallorca, Huesca y Albacete, fue una de las provincias más afectadas por el cólera, que entró en nuestro país por el puerto de Valencia en aquel año de 1865. Se estima que, en Madrid, de agosto a noviembre de ese año, 9.000 personas padecieron la enfermedad, falleciendo 3.500 personas directamente por causa del cólera y otras 4.500 más a consecuencia de otras enfermedades comunes. El cólera causó 28.000 muertos en 1865 en Aragón. Las epidemias, preparadas muchas veces por las hambres (derivada de la escasez y carestía de las cosechas), conseguían doblar o triplicar las tasas de mortalidad habituales, ya de por sí muy elevadas.  En la de 1865, Zaragoza y Teruel fueron de las provincias españolas que más muertos tuvieron (18.045 y 10.275 respectivamente). Huesca, por su clima e hidrología menos propicios para la expansión del cólera, y por su posición más excéntrica respecto a la vía de penetración levantina que traía la peste, fue menos afectada. La población de la ciudad de León fue literalmente diezmada por esta epidemia.

Pero como se puede constatar en los documentos conservados de León, se llevaron a cabo medidas caritativas y en algunos aspectos mucho más avanzadas que las tomadas ciento cincuenta años más tarde con ocasión del virus de la COVID. El Boletín Oficial de la Provincia de León está plagado de instrucciones claras y precisas sobre cómo actuar para frenar la expansión de esta mortífera enfermedad, siempre propugnando un apartado bajo el título de 'Hospitalidad domiciliaria', en el que se pueden leer párrafos como el siguiente: “…Se nombrarán de antemano los médicos que sean necesarios para que cuando se presente la epidemia presten el servicio facultativo extraordinario de cada parroquia. Tanto el número de estos, como de practicantes, mozos y dependientes que han de auxiliarles, será proporcionado a la extensión de cada parroquia, al número y clase de sus habitantes, y a los importantes y penosos deberes que se ponen a su cargo, así como la remuneración que haya de dárseles dependientes de los alcaldes, que deberán entregar dicha remuneración a las Juntas de Sanidad y Beneficencia […]

No se conocen datos exactos de los muertos provocados por aquella pandemia de los primeros años de la segunda mitad del siglo XIX, pero la tasa de mortalidad del cólera fue muy grande en aquella época. Se calcula que fallecían uno de cada tres que la contraían y que pudo llevarse a un diez por ciento de los habitantes de la ciudad de León: unos setecientos. Aunque es más que probable que las cifras fuesen mucho más altas de lo que se puede afirmar en este reportaje. Lo cierto es que modificó mucho la vida de las personas ya que La Gazeta de Madrid (el BOE de la época) está repleto de instrucciones para abordar aquel gravísimo problema.

La pandemia del coronavirus, al lado de aquellas epidemias, no es comparable al cólera por su baja tasa de mortalidad. Sin embargo, los políticos en 2020 vieron necesario parar el mundo.

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