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«Me robaron el alma»: cómo la cultura corporativa de las empresas priva de la personalidad
«Teníamos que ser felices de nueve de la mañana a seis de la tarde. No importaba si recibíamos un correo desagradable o si un superior nos faltaba al respeto. Mostrar algún tipo de emoción más allá de la complacencia no era profesional».