El costo argentino de la “viveza criolla”

La condena de un tribunal estadounidense a pagar 16.000 millones de dólares por la expropiación de YPF se suma a otros fallos adversos contra el Estado argentino

Unos manifestantes apoyan la expropiación de YPF ante la Casa Rosada el 17 de abril de 2012Reuters

Los argentinos nos creemos los campeones del mundo y lo somos en el fútbol. Pero eso no implica que lo seamos en todo, aunque actuamos como si lo fuéramos. Y así nos va. ¿La última lección? La Justicia de Estados Unidos nos condenó a pagar 16.000 millones de dólares por la pésima manera en que reto...

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Los argentinos nos creemos los campeones del mundo y lo somos en el fútbol. Pero eso no implica que lo seamos en todo, aunque actuamos como si lo fuéramos. Y así nos va. ¿La última lección? La Justicia de Estados Unidos nos condenó a pagar 16.000 millones de dólares por la pésima manera en que retomamos el control de la petrolera YPF.

Se puede estar a favor o en contra de tener una petrolera estatal o si ese control debería ser completo o parcial, o si debería regirse por las normas del Derecho Público o Privado. También podríamos debatir sobre cómo actuó el Estado argentino frente a YPF o a la familia Eskenazi. Pero lo que resulta inaceptable es que hayamos avanzado con tamaña ligereza.

Esa ligereza -encarnada en la forma en que entró en la petrolera el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y su ministro de Economía, Axel Kicillof- le está costando a la Argentina una verdadera fortuna que, en los hechos, no puede pagar. Tanto es así, ¡que no podría solventar esta sentencia ni siquiera vendiendo todas las acciones que tiene de la petrolera!

La torpeza criolla quedó asentada en la condena. “Kicillof declaró descaradamente que sería ‘estúpido’ cumplir ‘la ley de la propia YPF’ o ‘respetar’ sus estatutos”, indicó la jueza Loretta Preska, que también expuso que esa forma de proceder excedió al entonces ministro porque también el Congreso argentino avanzó por esa senda. “Posteriormente –recordó la magistrada-, la República promulgó la legislación que, supuestamente, le permitió adquirir el control de YPF sin ser ‘estúpido’ y cumplir los estatutos”.

Así nos va. En momentos en que el Banco Central del país tiene reservas negativas y peregrinamos por el mundo en busca de un préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI), de China, del grupo de los BRICS o del país, organismo o lo que fuere, sólo esta condena nos costará 16.000.000.000 dólares. Y lo escribo así, con todos los ceros, para que atisbemos la enormidad de lo que significa.

Cuesta absorber tantos ceros, ¿no? También podríamos plantearlo de este modo: si repartiéramos la nueva deuda entre todos los argentinos, cada uno debería pagar 349 dólares. A algunos podrá parecerles poco, pero les recuerdo que el 40% de la población argentina está por debajo de la línea de pobreza y que el salario promedio mensual de los argentinos es inferior a esa cifra al valor del dólar “blue”.

El Estado argentino, claro está, apelará la condena y acaso nos vaya mejor en las instancias superiores de la Justicia estadounidense. Pero más allá de ese expediente, sería bueno que aprovechemos este golpazo para mirarnos al espejo y evaluar qué estamos haciendo mal. Porque este fallo se suma a otros costos, como los títulos soberanos por 5.000 millones de dólares que el Estado también debió emitir para compensar a Repsol tras echarla de YPF. Y también deberíamos sumar las condenas que acumulamos por manipular las estadísticas oficiales. Sólo en abril, sólo en Londres, sólo un juez, nos condenó a pagar 1.500 millones de dólares por esa trampa, en tanto que tenemos otros juicios pendientes ante el Centro Internacional de Arreglos de Disputas sobre Inversiones (CIADI) por 3.840 millones de dólares más.

A esas montañas de dinero se suman los 9.340 millones de dólares que la Argentina también debió abonarle a los fondos “buitre”, esos mismos a los que Kicillof y otros funcionarios aventuraban que no tendríamos que pagarle un peso. Del mismo modo que trataban de “estúpidos” y “tarados” a los que alertaban sobre los riesgos y costos de sus decisiones apresuradas. Kicillof, incluso, retrucó con una frase para el recuerdo: “Quédense todos tranquilos, esto está estudiado en profundidad”.

Así, nos creemos los campeones del mundo en todo. Creemos que nos la sabemos toda o, como decimos acá, que “la sabemos lunga”. Creemos que encarnamos la “viveza criolla”. Pero no es así. Y nuestra negligencia, soberbia, ligereza, inoperancia y tanto más tiene un costo altísimo, fijable en miles de millones de dólares que algún día tendremos que abonar nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos. Al final, ¿quién son los “vivos” y quiénes los “estúpidos”?


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