Editorial El Comercio

Dice el filósofo español Fernando Savater en “El valor de educar” que no existe gremio más necesario, esforzado y generoso que el de los docentes. Y que, por lo mismo, el primer indicador para calibrar el desarrollo de una sociedad es “el trato y la consideración que esta brinda a sus maestros”. Todos tenemos en mente a algún profesor o profesora que nos marcó al inicio de nuestras vidas. No necesariamente porque nos enseñó algo en concreto, sino porque, parafraseando a Montaigne, encendió en nosotros esa chispa por aprender, esa curiosidad por descubrir cómo funciona el mundo que nos rodea. Basta con recordar, por ejemplo, el discurso de al aceptar el Premio Nobel de Literatura en el 2010, en el que apenas en la primera frase recuerda “la clase del hermano Justiniano” en el colegio La Salle de Cochabamba, en Bolivia, a la que asistió a los 5 años y donde aprendió a leer (“la cosa más importante que me ha pasado en la vida”).

Precisamente hoy, , es una buena oportunidad para recordar uno de los oficios más encomiables y entrañables en nuestro país y que, sin embargo, se halla atravesando una serie de crisis. La llegada en el 2021 de una al Congreso, por ejemplo, no ayudó a mejorar la imagen de los maestros peruanos. Más que preocuparse por impulsar leyes para fortalecer la educación en nuestro país, este grupo parlamentario se enfocó en en el sector, promoviendo que docentes puedan ser nombrados sin rendir exámenes o que aquellos que los reprobaron en el pasado puedan ser reincorporados saltándose los mecanismos evaluadores. Y no olvidemos el protagonismo que alcanzó el gremio con la llegada de a Palacio de Gobierno, del que se supo luego que había plagiado y que fue retirado del cargo por golpista y acusado de graves indicios de corrupción por los que se halla preso preventivamente.

Hace pocas semanas, por otro lado, se conoció que un grupo de profesores había violado durante años a niñas y niños de las comunidades awajún y wampis en Amazonas . La noticia de por sí es escabrosa, pero no tanta como la posibilidad de que no se trate de un caso aislado, ni siquiera lejano. Unos días atrás, la exministra de Cultura Patricia Balbuena recordaba publicada en este Diario que Lima es la región donde se registran más casos de violencia sexual en los colegios.

Sin embargo, pese a todo lo dicho, también es justo decir que existen maestros y maestras dedicados y talentosos en todo el país, especialmente en las zonas más apartadas, donde se convierten en guías para los alumnos y sus padres, y consiguen sacar adelante su labor pese a los incontables obstáculos (sueldos bajos, materiales deficientes e infraestructura precaria). Profesores como Zuleika Rodríguez, del colegio Euroamerican College de Pachacámac, quien fue corresponsal escolar de este Diario en el 2003 y que hace unos días, durante un evento por la primera edición de los de El Comercio del 2024 (un programa que, además, está cumpliendo 40 años), fue recordada por su alumna Valeria Sulca con palabras que muchos de nosotros podríamos dedicar a nuestros profesores (“la profesora Rodríguez nos inspiró a sobrepasar nuestros límites […], gracias por no quitarnos la oportunidad de ser sus alumnas”).

Es cierto que la educación escolar en el Perú atraviesa momentos turbulentos (basta con ver de la prueba PISA, donde el Perú ocupa el puesto 48 entre 64 países evaluados en múltiples rubros) y que, en particular, el gremio de maestros viene siendo sacudido por una serie de crisis. Pero ello no debería ser motivo para olvidar hoy que ser maestro en el Perú sigue siendo una labor, como diría Savater, necesaria, esforzada y generosa. Y que lo mejor que podríamos hacer como sociedad es darles las herramientas (mejores sueldos, mejor infraestructura, mejores materiales) para que puedan desempeñar sus labores de manera menos adversa.

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