Catalina García González la primera mujer de España en sacar el carné de conducir y poseer una línea de autobús

Catalina García en primera fila con su autobús de la línea de Boñar-Puebla de Lillo-Cofiñal.

Seguro que fue sin querer, pero esta mujer de la montaña leonesa,  brava, trabajadora sin aspavientos, sacó el carné de conducir en 1925 y hasta ese momento ninguna mujer de España lo había hecho. También fue la pionera en obtener la concesión de una línea regular de autobuses, de Boñar a Cofiñal, autobús que conducía ella, siendo también en ese menester la única que lo había hecho hasta ese momento.

Catalina García González fue una mujer adelantada a su tiempo, que rompió barreras y  estereotipos, pero sobre todo que ayudó a los habitantes de su comarca, a su apertura y a la mejora de sus vidas.

Han escrito sobre ella Fulgencio Fernández; Henrique Mariño, Consuelo Fernandez Diez; Myrian Moya, Unitravel Autocares y quizás lo más significativo , el curso que la UNED le dedicó en Puebla de Lillo, en el mes de agosto del 2023 y que la página del mundo del automóvil, donde se encuentra como una de las cuatro mujeres  pioneras europeas,  destacando y estando  junto con Berta Benz,  que  con el vehículo que construyó  su marido, hizo el primer  viaje de 104 kilómetros por caminos, algo que nadie se había atrevido a hacer hasta entonces. También junto a Dorothy Levitt que, como piloto, consiguió alcanzar los 146,25 kilómetros por hora, lo que le sirvió para ser apodada como 'La mujer más rápida del mundo'; y Camille du Gast que fue la primera piloto profesional de carreras, participando en competiciones internacionales desde 1901.

Son cuatro y una es española: de Puebla de Lillo, en el norte de la provincia de León.

Vida en el pueblo

A través  de su hijo Lino,  nacido de su segundo matrimonio  y de la hija de éste, Olga Sánchez Bayón, tuve conocimiento de esta singular mujer, que nació en Puebla de Lillo el día 15 de abril de 1887 y falleció en 1959 de un cáncer. Fue la hija menor de cuatro hermanos de una familia humilde. Su padre era guardia civil, y su madre, ama de casa. Catalina comenzó a trabajar desde muy joven, ayudando en la casa familiar y transportando truchas a lomos de su caballo desde su pueblo hasta La Robla, donde las facturaba en los Ferrocarriles del Norte con destino a Madrid. 

Se casó en primeras nupcias con Belisardo Fierro, con quien tuvo 3 hijos, aunque ellos se sintieron hijos y hermanos de los cuatro (uno de ellos, Carlos, murió) que tuvo con su segundo marido, Tomás Sanchez; un hombre trabajador y bueno que  la quería como era, simpática, trabajadora, tremenda, dice su nieta Olga. No le gustaban los comentarios y, aún a pesar de regentar una fonda, Casa Catalina, no era amiga de habladurías: ella siempre tenia algo que hacer. 

Dice Olga Sanchez que “fue una mujer adelantada a su  tiempo en todo, ámbito profesional y en el personal, pues, por ejemplo,  no permitía que sus hijos o sus nietos la trataran de usted (como era habitual en aquella época)”.

De conductora de carro de caballos a vehículo de motor

Ella llevaba desde 1908 un carro de caballos, con el que hacía la línea regular entre Cofiñal, Puebla de Lillo y Boñar;   pero era una mujer avanzada que pensaba más allá, de modo que cuando  se permitió sacar el carné de conducir a las mujeres ella lo sacó en 1925,  pues desde  1922 –año en el que su marido compró un coche Ford T de segunda mano–,  Catalina aprendió a conducir.  Al aprobar el examen de conducir en ese año, se convierte, sin ni saberlo ni pretenderlo,  en la primera mujer que en España saca el carné de conducir. Para ello tuvo que presentar el permiso marital y un certificado de buena conducta del Ayuntamiento. Catalina se presentó al examen de conducir en León, y lo aprobó. Para ello demostró su habilidad al volante y su espíritu pionero.

Pero esto no fue todo, si ella hacía el servicio regular de Cofiñal-Puebla de Lillo-Boñar con el coche de caballos, ahora nada la impedía realizarlo con el coche. Pero era una trabajadora tan infatigable como aventajada, que veía mucho más allá, así que, tras una larga lucha, consiguió la línea regular de autobuses entre esas poblaciones, lo que le valió además ser la primera mujer conductora de autobús y sin duda la primera concesionaria de una línea de transporte de pasajeros. La carretera entre Boñar y Cofiñal es dura incluso ahora, en aquel momento estrecha, con baches y sin quitanieves; los duros inviernos  de la zona nos hacen fácilmente imaginable la dureza de su trabajo. Cuenta su familia y Fulgencio Fernández en su libro Leonesas y pioneras que a su hijo Lino lo llevó a Boñar siendo muy pequeño porque tenía que darle el pecho; pero la nevada que había era tan brutal que lo dejó en casa de unos familiares, por si tenía un accidente y el niño podía morir. Allí quedó el tiempo suficiente para que ella pudiera ir tranquila a Cofiñal y continuara así su labor. No dejar sin coche de línea regular a todos aquellos pueblos. 

Concesión para el correo y el abastecimiento de medicinas

La importancia de esas líneas las conocemos quienes hemos vivido en pueblos. Ella era la que traía noticias, como señala Mariño, “incluso de la Revolución de Asturias”, pero sobre todo cuestiones básicas y vitales para sus vecinos: el correo (a cambio del cual le concedieron la línea), el abastecimiento de medicinas de la farmacia pues Boñar era el único lugar donde la había  y otras mercancías esenciales para esa zona.

Su memoria era prodigiosa, pues recogía los recados que le daban verbalmente y no los apuntaba, pero después daba a cada cual lo que le había pedido: se acordaba de todo y no era fácil, porque paraba en 21 pueblos de los Ayuntamientos de  Puebla de Lillo a Boñar, pasando por Vegamián y Reyero.

'El coche de Catalina'

El autobús hacía cuatro viajes diarios: a las siete y media de la mañana salía el primer viaje para de Cofiñal a Boñar, y regresaba con el correo antes de la hora de las comidas y a las tres de la tarde partía de nuevo para llegar al tren y de nuevo regresaba antes de la hora de las cenas.

Todo esto supuso que  Catalina se ganara el respeto y el cariño de todos los habitantes de la zona,  que la llamaban 'La señora del autobús'. Catalina fue una conductora ejemplar, que cumplía con su horario, su ruta y su servicio, sin importarle el mal tiempo, los caminos difíciles o las averías. En 1948 vendió la empresa a 'F. López', pero la gente seguía llamando a la línea, “el coche de Catalina”. 

La fonda: Casa Catalina

Continúo con la fonda, pues además del trabajo en la línea de autobuses, y el cuidado de su familia, tenía una fonda. Casa Catalina, que ella regentaba. Todos acudían allí: los trabajadores de la mina y los de paso, que comían y se alojaban en ella, tenia tiempo de hacerlo por la noche y a medio día, entre la llegada y la salida del autobús. Era una incansable trabajadora. Lo describe sin duda Fulgencio Fernández: lo que podríamos titular Un día en la vida de...

Es decir, así describe el periodista de La Nueva Crónica que pudiera ser una jornada laboral normal de esta singular mujer que comenzó a trabajar de muy niña: “Se levantaba antes de las siete de la mañana para prepararles el desayuno a los obreros hospedados en la fonda y hacerles los bocadillos que iban a llevar al tajo, mucho de ellos mineros. Les daba el desayuno, la ropa limpia, los bocadillos y se iba al autobús para hacer el primer viaje del día desde Cofiñal a Boñar, que era su recorrido, atravesando y recolectando pasajeros, mercancías, correo y recados de 21 pueblos. Además de atender a los viajeros, tomaba los encargos para la Farmacia de Boñar (entonces no las había ni en Lillo ni en Vegamián, que aún no había sido ahogado), algunos recados necesarios de los vecinos y muchos imprevistos que salían cada día. Llegaba a Boñar, hacía los recados, cogía los medicamentos, tomaba el correo y se ponía al volante del autobús para regresar, repartiendo encargos, paquetes y cartas. Atendía a quienes comían en la fonda y preparaba el viaje de la tarde, en el que recogía el correo y lo bajaba. Esperaba en Boñar a los que llegaban en los trenes… y para Cofiñal, que había que dar la cena, recoger la ropa sucia de los obreros, lavarla… Y a dormir después de medianoche. Añádale criar a seis hijos y entenderá que Catalina García fue mucho más que la primera mujer conductor de autobús”.

Fallece de cáncer en 1959

Ella era el alma de los negocios, de la fonda y del autobús, de hecho, cuando falleció de cáncer en el año 1959, su esposo Tomas, dejó la fonda y se dedicó a su profesión,  la ganadería y la agricultura, pues se había jubilado de minero, cuidado por todos sus hijos y los de su mujer  hasta que murió.

Quiero resaltar de Catalina García su bravura, empuje,  inteligencia, simpatía y con su amor al trabajo que nunca estaba de más. Sobre todo que ejerció entre los años 20 a 50, con sentido de servicio público, una profesión de riesgo como conductora de autobús en la montaña de León, donde sus inviernos son duros, por carreteras sin seguridad alguna. Lo aunó con la crianza de sus hijos y de algunos nietos, además de regentar una fonda en la que daba de comer a todos los trabajadores de la zona y a los que estaban de paso.

Suscribo cómo la define Fulgencio Fernández: “El silencio en el que vivieron mujeres tan sacrificadas no se corresponde con el recuerdo que dejaron”.

En su caso, su huella es imborrable: la fonda de Catalina, el bus de Catalina y, por supuesto, Catalina.

Catalina García González no tiene calle ni en Cofiñal ni en Puebla de Lillo... ni en León.

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