Ocurrió hace 53 años y fue tan histórico que ni antes ni después se llegó en A Coruña a esa cota. Si el Basquet Coruña ganase ahora tres partidos seguidos lograría la misma hazaña que festejó entonces, en mayo de 1968, el Bosco, el gran equipo del baloncesto herculino, tan pleno de tradición como huérfano de referentes en la élite, el primer equipo gallego en jugar en la máxima categoría nacional.
A Coruña es una ciudad que siempre ha respirado baloncesto mucho más de lo que podría deducirse si se mira a la cima de su pirámide. Actividad colegial, pero también de la calle, pasión de seguidores que llenaron el Palacio o el Coliseum en grandes citas protagonizadas por equipos que no se sintieron forasteros. Pero siempre hubo dificultades para consolidar un proyecto propio. De ahí el mérito de este Básquet Coruña cocinado a fuego lento a partir de excelentes pilares. También del recuerdo.
El Bosco nació el 3 de septiembre de 1960 y murió el 17 de febrero de 1988. Dejó huella. Llegó para tomar el espacio que dejaba el Imperio, un equipo vinculado al Frente de Juventudes y que se desenvolvía en la segunda categoría de un incipiente sistema de competiciones nacionales. Cuando cerró la persiana la federación gallega ideó un triangular entre un equipo de Ferrol (Concepción Arenal), otro de Santiago (Juventud) y uno de A Coruña. Y ahí se alistó el Bosco, recién creado por la asociación de antiguos alumnos de los Salesianos. Ganaron la liguilla y ahí comenzó una maravillosa maduración.
El baloncesto creció en la calle, en terrenos de arena descubiertos, ahí se fajó el Bosco mientras en A Coruña se buscaba financiación para levantar al menos una pista polideportiva cubierta. A mediados de los sesenta comenzó el debate sobre la necesidad de construir un Palacio de los Deportes. Hubo varios anuncios de inicio de las obras que no se plasmaron. En mayo de 1964 se inauguró el primero en Galicia, en Lugo y dos años después se fundó el Breogán, que en cuatro años llegó a la máxima categoría.
Pero el Bosco lo hizo antes. Y fue el primer equipo gallego en conseguirlo. En esta historia de pioneros nadie como Manuel Pardo Abad, ferrolano, el primer jugador gallego en vestir la camiseta de la selección española. En 1967 llegó al club para ejercer como entrenador-jugador. No era sencillo, debido a sus quehaceres laborales o sus domicilios el plantel apenas pudo entrenar junto toda la temporada. Pero en los partidos demostraron que eran un equipo. Ganaron la primera fase de la competición en dura pugna con el Estudiantes de Vigo y el Grupo Covadonga gijonés. Y la Federación hizo el esfuerzo de pedir y organizar la primera fase de ascenso.
No resultaba sencillo asumir aquellas labores cuando la ciudad no tenía una instalación cubierta. Para entonces el Bosco jugaba bajo una carpa, el llamado Auditorium, que en realidad era una instalación portátil que en verano acampaba en María Pita y que los rectores del baloncesto coruñés consiguieron ubicar durante la temporada deportiva en la zona trasera de la Torre de Marathón. La carpa en realidad eran dos y con una forma tan picuda que en la ciudad se le conocía como “las tetas”. Bajo ellas, en una pista de cemento, recibió el Bosco al Hernán Imperio canario, al Pineda catalán y al Lanas Aragón valenciano. Les ganó a los tres y pasó a una fase siguiente, más exigente, pero que albergaba una repesca.
El Bosco se agarró a esa última opción. Cayó ante el San José de Badalona, el Manresa y el Canoe en una liguilla a doble partido, pero le restaba una bala más para entrar en una liga que pasaba de once a doce contendientes. Se la jugó en la promoción ante el Vallehermoso madrileño, que había quedado noveno en Primera División. Se tomaron decisiones. De cara a esa fial a doble partido la directiva, con Alfonso Álvarez al frente, reclutó un entrenador para que Pardo se centrase en su labor en la pista. Y llamaron a Manuel Fernández Trigo, el entrenador del Medina femenino.
El Medina era la cara del baloncesto coruñés, la de unas intrépidas mujeres que dos años antes, en 1966, se habían convertido en el primer equipo gallego en ganar una Liga. Fernández Trigo no sólo era el hombre orquesta de aquel equipo sino que ejercía de cronista tanto en Radio Coruña como en La Voz de Galicia. En 1969 se incorporó al Deportivo como gerente y en 1978 fichó para ejercer ese trabajo el Real Madrid, donde tuvo las llaves del club durante algo más de dos décadas hasta su jubilación.
Pero en la primavera de 1968 Mafertri, que era como firmaba en la prensa, tenía un encargo. Tras hacer historia con el baloncesto femenino debía hacerlo con el masculino. Preparó las citas ante el Vallehermoso y sorprendió con una derrota mínima en el primer duelo en Madrid (49-42).
El 5 de mayo de 1968 las tetas se engalanaron como nunca. Se abarrotó la carpa de Riazor, el baloncesto masculino saltó a los grandes titulares de la prensa local. Y el Bosco ganó 57-40 para festejar un ascenso histórico. Dos semanas después se conoció el calendario de la siguiente liga, debut ante el Barcelona, primer partido en casa frente al Náutico tinerfeño y de inmediato un desplazamiento para enfrentarse al Real Madrid, que había ganado diez de los doce campeonatos de Liga celebrados hasta entonces.
Se evidenció entonces un problema. Para jugar en la máxima categoría era imprescindible disponer de una pista estable y cubierta y además tener un reloj electrónico. La segunda cuestión se resolvió, pero lo de la pista en agosto de 1968 estaba en los despachos de María Pita, donde se firmó un contrato de construcción de dos polideportivas vecinas al estadio de Riazor, una con suelo de parqué y otra de cemento. La Liga empezó en noviembre, pero las polideportivas estaban en obras, así que el Bosco se desplazó a la Universidad Laboral para jugar en su gimnasio. Allí jugó toda la primera vuelta de la competición e incluso el primer partido de la segunda, en el que recibió al Barcelona, entrenado por Xabier Añúa y en el que evolucionaba un joven al que el Bosco había tratado de incorporar meses atrás, un tal Aito García-Reneses.
Con los andamios aún instalados, la primera polideportiva medio acabada recibió al equipo, y a un gentío que llenó la instalación, el 27 de febrero de 1969. El Bosco, que encontró su primer patrocinador en Gaseosas Revoltosa, perdió (64-98) aquel día contra el Real Madrid, con exhibición de Luyk, Emiliano, Carmelo Cabrera y Vicente Ramos. El americano era Aitken. El Bosco jugó aquel campeonato sin ese refuerzo extranjero, peleó, ganó seis partidos y empató otro. Pero quedó colista y regresó al segundo escalón, donde se convirtió en un clásico mientras vio como Lugo, Santiago, Ferrol y más tarde, ya en la ACB, Ourense hicieron un camino al que ahora quiere volver A Coruña.