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Jueves, 14 de febrero de 2019

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PATRIMONIO HIST�RICO

Grafitos históricos (77). Corazones flechados salmantinos

Por José Miguel Lorenzo Arribas

El día de San Valentín, aculturación cristiana de antiguas prácticas paganas, ha vuelto a ser desacralizado por mor de la mercadotecnia capitalista y se ha convertido en Día de los Enamorados. O resacralizado al nuevo altar del consumo, según como se mire. En España esta resimbolización comercial no se instauró hasta la mitad de siglo xx, en plena dictadura franquista, con unos grandes almacenes madrileños encabezando la iniciativa. Llegado tan, llamémoslo, singular día, nos preguntamos desde cuándo comenzó a utilizarse el iconograma del corazón atravesado por una flecha para resumir gráficamente el amor que se profesan dos personas, tema que tiene su origen último en el Sagrado Corazón. Inscribir el nombre en la corteza arbórea fue motivo ya clásico.1 El de la cervantina pastora Marcela no solo campaba en «casi dos docenas de altas hayas», sino que se advertía «encima de alguno, una corona grabada en el mesmo árbol» (Quijote, I, 12), recogiendo topoi virgilianos. Nombres grabados sí, pero ¿y el corazón flechado? Avanzo que debe ser motivo popularizado en algún momento del siglo xix, pues ya aparece en Caras y caretas, una revista argentina de 1908, con fotografía del corazoncito grafiteado en madera muerta (un banco) y este comentario: «desnudando un cortaplumas escribirá su nombre y el de la otra y esculpirá un corazón atravesado por una flecha en el impasible tronco de un ombú».2 Al menos, ahí tenemos sin duda alguna la saeta y la víscera, porque las tarjetas de celebración valentiniana que las parejas burguesas decimonónicas se intercambiaban no incluían la sangrienta escena.

El enigmático grafito que presentamos hoy trata de esto. Se localiza en un sillar dispuesto en un portón carretero del muro perimetral del convento salmantino franciscano femenino de la Anunciación, vulgo Úrsulas. El último uso de esta reformulada portada fue la de acceso a un garaje, puesto que en los intradoses de las jambas se alternan todavía las típicas franjas oblicuas rojas y blancas que lo denuncian. En el frente de un sillar observamos dos círculos profundamente incisos, perfectos y tangentes, uno mayor que otro, y prácticamente alineados en su parte inferior, que ocupan casi toda la superficie. Inscritos en cada uno de ellos, sendos corazones flechados, asimismo de tamaño proporcional al de sus círculos. Las flechas, como es preceptivo, atraviesan el órgano de derecha a izquierda, forman una esquemática herida, desaparecen en la entraña y reaparecen por la parte posterior. Tienen, por tanto, entrada y salida. Aunque los remates de las flechas son distintos (punta y plumas), su inclinación y la misma factura de ambos corazones (con el característico rebaje lobular en lados distintos) los hacen contemporáneos. No se puede afirmar con tanta seguridad si también lo son de los círculos a compás en que se insertan, si estos se reaprovecharon o si vinieron a realzarlos.

Tampoco puedo asegurar que los sillares estén en su posición original. Pertenecientes en su día a un convento, en la posición actual dieron a una calle pública, así que cualquiera pudo hacerlos… Cualquiera con destreza suficiente para incidir los perfectos círculos con una cuerda y un objeto punzante, antes o después de los propios corazones. Para completar el conjunto, en los sillares del zócalo próximos a la esquina suroccidental de la iglesia conventual, a unos sesenta metros de nuestros corazones, observamos algún otro corazón esquemático perfectamente tallado en la arenisca, de aire similar a los que aquí acompañan, pero sin flecha, lo que habla de una extendida tradición.

¿Este grafito sorprendente representa el amor divino o el amor humano? La duplicación del motivo pareciera apuntar al segundo de los supuestos. Luego, el iconograma vendría a completarse con las iniciales de los nombres de la pareja marcadas en cada extremo de la saeta (y así aparece también otro corazoncito, contemporáneo a nuestros días, dos sillares por encima, dialogando con los «nuestros»), pero seguramente estemos ante una fase inicial del motivo. Las casi inexistentes características estilísticas llevan a fechar la incisión de esta pareja cordial en los siglos xvii o xviii. Que Salamanca haya sido y sea la «ciudad universitaria» por antonomasia, y que el convento fuera femenino podría dar lugar a especulaciones interesantes, pero más propias de una novelita de este tiempo que de unas reflexiones como estas.

El caso es que ahí están estos corazones flechados y duplicados, simétricos, casi siameses, y aquí los traemos un día de San Valentín, no sin advertir que quizá algo se borró, algo ya no vemos, como avisara Francisco de Borja y Aragón (1581-1658) quizá en las mismas fechas en que alguien se afanó en el sillar del convento salmantino:

Verdes álamos del Tajo,
si en vuestras blancas cortezas
escriví zeloso y triste
mucho amor y muchas quexas,
enamorado y quexoso
a borrar vengo las letras,
que ya mi engaño las forma
en un coraçón de piedra.3

Dos vemos, a falta de uno, cual anteojos del mismísimo Cupido para no errar el lanzamiento. No podemos afirmar que inaugurase la tradición iconográfica profana actual… pero no distará mucho. De hecho, en una casa nazarí granadina también aparecen, incisos sobre revoco, un par de corazones grafiteados (aislados) y flechados, que se datan en el siglo xviii según Barrera Maturana.4 Algunos investigadores, por cierto, afirman que los corazones son símbolo femenino y las flechas (por su obvio componente fálico), masculino, por lo que nuestro iconograma representaría el coito5 (y el grafito salmantino, dos).

Feliz día de San Valentín, a quienes decidan celebrarlo.

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  • (1) Una abrumadora lista de ejemplos la encontramos en Daniel Devoto, «Las letras en el árbol. (De Teócrito a Nicolás Olivari)», en Nueva Revista de Filología Hispánica, 1988, vol. 36/2, pp. 787-852. volver
  • (2) Matías Juncal, «Los garabatos de Cupido», en Caras y caretas (Buenos Aires), 18 de abril de 1908, n.º 498, p. 69. volver
  • (3) Príncipe de Esquilache, Obras en verso del Príncipe de Esquilache, Amberes, Imprenta Plantiniana de Baltasar Moreto, 1654, romance CLXXXVIII, p. 511. volver
  • (4) José Ignacio Barrera Maturana, «Iconografía marginal: grafitos históricos en la casa nazarí de calle San Buenaventura, 2 (Granada)», en De Arte. Revista de Historia del Arte, 2014, n.º 7, pp. 155, 159, 163, fig. 3; 166, fot. 5. volver
  • (5) William McLean, Contribution à l’étude de l’iconographie populaire de l’érotisme. Recherches sur les bandes dessinées et photo-histoires de langue française dites «pour adultes» et sur les graffiti de Paris et de ses alentours, París, G. P. Maisonneuve et Larose, 1970, p. 93. volver
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