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Laura, en el laurel; Adolfo, en el lobo: ¿en qué se inspiran nuestros nombres?

Javier del Hoyo, catedrático de Filología Latina en la Universidad Autónoma de Madrid, repasa las categorías más frecuentes a las que le lleva la etimología de los nombres: plantas, animales y joyas preciosas, pero también apodos y accidentes geográficos

Adolfo significa "lobo", pero del roquefort sólo nos importa su sabor

Adolfo significa "lobo", pero del roquefort sólo nos importa su sabor

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Madrid

Javier del Hoyo es catedrático de Filología Latina en la Universidad Autónoma de Madrid y, entre sus muchas áreas de investigación, dedica parte de su estudio a la etimología de los nombres. Es coautor, precisamente, de un artículo en The conversation en el que analiza la influencia de la flora en los nombres propios de personas. Sus compañeros y él cifran en 1.221.428 las personas con un nombre proveniente de plantas, conclusión a la que han llegado a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística; es decir, un 2% de la población española encaja en esta categoría.

De todos los nombres inspirados por plantas, Rosa es el más común en España. Hay, como explica del Hoyo, muchos otros que encajan en esta clasificación, pero que la gente no asocia con la naturaleza: Laura y Dafne, ambos con origen en la planta del laurel, son un ejemplo. Existen casos contrarios, como sucede con Margarita: con frecuencia, se cree que su origen está en la flor, pero su significado es "perla". Las particularidades son múltiples, pues nos encontramos también con casos como el de Magnolia o Camelia, que no son nombres inspirados en esas flores, sino flores que han recibido su denominación a partir de figuras relevantes en su campo, generalmente botánicos.

El significado común de los nombres de Suárez, Hitler y Mozart

Según Javier del Hoyo, los animales han dado lugar a mayor cantidad de nombres que las plantas y aquí, de nuevo, encontramos ejemplos evidentes —el caso de Paloma o León— y con otros sorprendentes. Así, la etimología de Adolfo nos conduce a la raíz wulf ("lobo"), una referencia muy común en zonas con influencia alemana: así, tanto Adolf Hitler como su estrecho colaborador, Rudolf Hess, compartían significado en sus nombres, como también sucede con el músico austríaco Wolfgang Amadeus Mozart. Según el catedrático, las actitudes son otra de las grandes inspiraciones a la hora de nombrar a las personas. Así, en Nicolás encontramos una referencia a los victoriosos; en Aniceto, a los invencibles, y a los inmortales en Atanasio.

Conchita no es el diminutivo de Concha

Como experto en etimología, Javier del Hoyo ha aprovechado la ocasión para hablar de otras curiosidades relacionadas con cómo nos referimos a las personas que nos rodean. En el caso de los diminutivos, ha subrayado la diferencia entre estos y los hipocorísticos: mientras que los diminutivos añaden el sufijo "-ito" o "-ita" al nombre —sucede con Teresita, de Teresa—, los hipocorísticos son formas más cortas que el original —sería el caso de Tere—. Como sucede con la mayoría de reglas, aquí nos encontramos con excepciones como la de Conchita , que no es el diminutivo de Concha: el nombre original es el primero, mientras que el segundo es hipocorístico, pues el origen está en la palabra italiana Concetta ("concebida").

Aunque convergen a menudo en la conversación —García, de hecho, significa "oso", cuenta el catedrático—, el de los apellidos es un estudio y análisis distinto al de los nombres. Como explica del Hoyo en un momento muy simpático con Javier del Pino, pues comparten nombre y apellidos similares, hasta el S. XIII su formación era a partir del nombre del padre, motivo que encontramos en Ramírez, Martínez o Fernández. Sin embargo, cuando esta forma comenzó a resultar repetitiva en la Edad Media, el sistema pasó a referirse a las proximidades del hogar de las personas: así, del Pino y del Hoyo hacen, muy probablemente, alusión a los árboles y accidentes geográficos que rodeaban la casa de esas familias.

 
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