A vivir que son dos díasLas Preguntas de Burque

Y aquello de hilar fino... ¿qué era?

"Hay habilidades manuales que se pierden y parece que saber coser es una de ellas"

Marchando una de langostinos descosidos, ¿sabrías de qué te están hablando?

Marchando una de langostinos descosidos, ¿sabrías de qué te están hablando?

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Madrid

Cortar el hilo con los dientes, enhebrarlo en una aguja e insertar ésta en el tejido se convierte, rápidamente, en una tarea poco atractiva en los tiempos que corren. Por no decir que muchos jamás se han atrevido a realizar secuencia semejante. Es cierto que cualquiera podría justificar que esto se debe a la "moda rápida" - el fenómeno de producción y consumo masivo conocido como fast- fashion- y, sin embargo, varios se sorprenderían al descubrir que todavía se realizan arreglos textiles altamente demandados en tiempos de posguerra (como era darles la vuelta a los cuellos de las camisas). Un hecho que afirma Cristina Sagredo, dueña del taller textil madrileño "A tu aire".

Cristina, ingeniera aeronáutica y posteriormente modista y sastre, explica cómo sus estudios previos y el ejercicio de la costura no se encuentran estrictamente relacionados: "no tienen nada que ver realmente. A modo de anécdota puedo contar que un compañero de la universidad - que fue ministro- Pedro Duque, no tenía mucha pinta de que supiera coser". A lo que Manuel Burque responde "no puedo creer que un astronauta no sepa coser. Debe saber arreglar aparatos bajo situaciones de mucho estrés... si un botón depende de que la aeronave sobreviva en el espacio, entonces tendría que saber de costura".

Lo cierto es que ahora puede que se cosa menos que antes en el hogar. Sin contar con que el cliente se ha vuelto más demandante desde el periodo de la COVID-19. "Antes de la pandemia, nadie llegaba al taller con la aplicación donde había comprado la prenda. Ahora señalan a la imagen y solicitan que se meta el bajo exactamente igual que en la fotografía. También se toman la confianza para enviar documentos vía WhastApp...".

En cualquier caso, los madrileños no han dejado de acudir a talleres o a casas de arreglos textiles donde llevan desde trajes hasta calzoncillos. Y por supuesto, sigue habiendo algún que otro atrevido que se lanza a la costura dejando la doble tarea de deshacer para después rectificar lo andado a aquellas o aquellos con la apropiada habilidad técnica.

 
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