La fuerza de la Familia Olímpica

La Selección estará en París 2024. Un alivio. Serán sus séptimos Juegos Olímpicos consecutivos desde Sídney 2000. Se hacía muy rara su ausencia. Hay generaciones que no han visto otra cosa. También serán los sextos de Rudy Fernández, una cifra récord en el baloncesto, sólo detrás del atleta Jesús Ángel García Bragado y de la piragüista Teresa Portela en la comparativa con el resto de deportes. Lo celebró con lágrimas. El capitán se despedirá en el escenario más excelso, allí donde se colgó dos medallas de plata y una de bronce en la etapa más gloriosa de este equipo. España está ahora muy lejos de aquello, no podemos engañarnos, pero acudir a los Juegos permite poner el broche a esa época de esplendor, con Rudy como faro, y afrontar con orgullo el próximo ciclo olímpico, donde Sergio Scariolo tiene un arduo trabajo para levantar los pilares de una nueva época.

Había cierto vértigo, o incluso angustia, ante la disputa de este Preolímpico, un territorio desconocido para una selección que no pasaba por este trago desde 1988. ¿Quién se acuerda? La responsabilidad era mucho mayor como anfitriona en Valencia, lo que nos hizo percibir a Bahamas como una amenaza de mucho peso, con sus tres intimidantes jugadores de la NBA y con el precedente de la eliminación de Argentina, aunque lo cierto es que esta España, sin ser la mejor de la historia, es más equipo que el caribeño. Ese ha sido siempre el gran mérito de la etapa de Scariolo: la fuerza del grupo. Eso que la Federación bautizó como La Familia. El baloncesto masculino ha aprovechado así su Preolímpico, como hicieron antes las dos Selecciones de balonmano y las dos de hockey en el presente año, para convertirse en el undécimo equipo español con el pasaporte a París. La fuerza de la expedición española también es el equipo. El grupo. La Familia Olímpica está completa.

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