Salud

Por qué los años 20 son la nueva edad de oro de la ciencia: "Todo parece estar sucediendo a la vez"

La vacuna anti-Covid, la terapia CAR-T contra el cáncer, los medicamentos para perder peso... Son sólo una muestra de los avances fechados en el último lustro. "Vivimos una edad de oro de la innovación biomédica", afirma el ingeniero químico Robert Langer, que ayudó a derrotar al coronavirus

Esther lleva un parche de color carne en el tríceps derecho. Se lo pusieron hace justo un año y tiene el tamaño de cuatro tiritas juntas. En el centro sobresale una esfera fina con la circunferencia de una medalla deportiva. "Es el mayor avance que nos ha proporcionado la ciencia a los diabéticos desde la insulina", confiesa esta cuarentañera a propósito de su dispositivo MCG-tr (monitorización continua de la glucosa en tiempo real), lo más parecid

Ya soy premium Inicia sesion

Hazte Premium desde 1€ para seguir leyendo

Lo quiero

Cancela cuando quieras

Si lo prefieres

Términos y condiciones de compra

Esther lleva un parche de color carne en el tríceps derecho. Se lo pusieron hace justo un año y tiene el tamaño de cuatro tiritas juntas. En el centro sobresale una esfera fina con la circunferencia de una medalla deportiva. "Es el mayor avance que nos ha proporcionado la ciencia a los diabéticos desde la insulina", confiesa esta cuarentañera a propósito de su dispositivo MCG-tr (monitorización continua de la glucosa en tiempo real), lo más parecido a un chip prodigioso que pone a disposición la Seguridad Social junto al implante coclear.

"A mí me ha cambiado completamente la vida", explica Esther. "Primero, por comodidad: antes tenía que llevar el medidor de glucosa encima y pincharme unas 10 veces al día, mientras que ahora sólo tengo que acercar el móvil al sensor. Y segundo, por seguridad: el sistema hace una medición continua y emite alertas para las hiperglucemias y las hipoglucemias. También permite conectar el monitor al teléfono de otra persona, que recibe los mismos datos que el enfermo. Algo muy importante en el caso de los niños".

La diabetes afecta a 5,1 millones de españoles, pero los dispositivos MCG-tr son todavía relativamente desconocidos para la opinión pública. Hace dos semanas, en la retransmisión de la velada que organiza cada año en el estadio Metropolitano el streamer Ibai Llanos, confundieron el sensor que lleva Belén Esteban -diabética de tipo 1 como Esther- con un parche de nicotina. El gazapo confirma hasta qué punto hemos entrado, sin ser muy conscientes de ello, en una nueva edad de oro de la ciencia. Una revolución que está materializándose en avances para el bienestar humano que hace poco nos habrían parecido pura fantasía. Por ejemplo, comprobar los niveles de hemoglobina glicosilada desde una app como quien pide sushi a casa.

Convénzase: vivimos en una reedición de los felices años 20 en lo que se refiere a la aplicación de la ciencia al día a día. Si en los momentos más agónicos de la pandemia soñábamos con el advenimiento de una segunda década del siglo XXI equivalente a la del XX en términos de florecimiento cultural y desenfreno hedonista, casi un lustro después nos encontramos con que lo que de verdad invita a ser dichosos es el momentum propiciado por los principales laboratorios de Occidente. La felicidad en los nuevos años 20 no estaba en las aguas del Egeo ni en los neones de Las Vegas, sino en el fondo de una probeta.

La vacuna contra el coronavirus y el enorme potencial del ARN mensajero; la aplicación de las terapias CAR-T en algunos tipos de cáncer o la aparición de medicamentos contra la obesidad son sólo una pequeña muestra del bum experimentado en los últimos cinco años. Y a estos logros hay que añadir los resultantes de la inteligencia artificial generativa, la computación cuántica o la fusión nuclear.

Para saber más

"Estamos viviendo una edad de oro de la ciencia y la innovación biomédica. Habrá más y más descubrimientos", augura Robert Langer, ingeniero químico, profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y uno de los creadores de la vacuna anti-Covid de ARNm junto al inmunólogo Drew Weissman y a la bioquímica Katalin Karikó.

Asistimos a una revolución similar a la de finales de los años 80 con la clonación y la secuenciación del ADN

Katalin Karikó, bioquímica y cocreadora de la vacuna contra el Covid

"Los avances en diferentes campos de la ciencia y la tecnología se producen todo el tiempo, pero de vez en cuando parece que sucede todo a la vez", le secunda su colega Karikó desde la Universidad de Pensilvania. "En estos momentos asistimos a una revolución similar a la de finales de los años 80, cuando la clonación se convirtió en una tarea sencilla y la secuenciación del ADN pasó a ser algo rutinario".

La contribución de Langer, Karikó y Weissman fue reconocida con el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en 2022 en la categoría de Biología y Biomedicina. El jurado destacó entonces que las vacunas que ayudaron a derrotar al virus dejaban entrever las posibilidades de una tecnología llamada a extenderse a otras áreas terapéuticas, como las enfermedades autoinmunes, el cáncer, los trastornos neurodegenerativos, las deficiencias enzimáticas y otras infecciones víricas. Es decir, era la llave de una puerta que empieza a abrirse.

"Estamos ante una nueva era en las aplicaciones de la ciencia, pero fundamentalmente en la medicina, donde hay un campo muy amplio de posibilidades y necesidades", corrobora José Manuel Sánchez Ron, historiador de la ciencia con un marcado perfil humanista y miembro de la Real Academia de la Lengua. "El siglo XX fue, básicamente, el siglo de la física, pero el XXI será el de las ciencias biomédicas y de la inteligencia artificial y la robótica", sostiene el autor de ensayos como La vida de la ciencia y la ciencia de la vida (Ed. Nórdica).

¿Por qué justo ahora coincide semejante cantidad de sucesos, acompasados unos con otros casi a ritmo de charlestón? ¿Qué llevó días atrás a la premio Nobel Jennifer Doudna, impulsora del cortapega genético CRISPR más allá de los ensayos clínicos, a declarar a The New York Times que "estamos en un momento extraordinario de aceleración de los descubrimientos"? ¿Tendrá razón el psicólogo cognitivo Steven Pinker, líder oficioso de los Nuevos Optimistas, al sostener que la humanidad vive el mejor momento de la Historia?

"Esta edad de oro es fruto de una masa crítica de descubrimientos y tecnologías clave", contextualiza Langer. "Los descubrimientos que condujeron a las áreas que usted menciona exigieron inversiones significativas y tiempo. En mi caso, descubrí cómo encapsular y administrar ácidos nucleicos a partir de partículas diminutas en 1976 y mis correceptores del Premio Fronteras descubrieron cómo modificar químicamente el ARNm para alterar su inmunogenicidad en 2005".

"Fue hace un siglo cuando se descubrieron los fundamentos y se desarrollaron los modelos teóricos que explican muchos de los hallazgos que estamos logrando en diferentes campos como, por ejemplo, la fusión nuclear", constata la investigadora en este ámbito Eleonora Viezzer con perspectiva histórica. "Esto refleja la importancia de apoyar a la investigación básica, que siempre es una apuesta a largo plazo".

A finales de 2020, la Universidad de Oxford publicó un estudio en el que comparaba el tiempo que había sido necesario para aprobar las vacunas de 16 enfermedades en el siglo XX. Ese mapa cronológico evidenciaba cómo se han ido acortando los plazos entre la identificación del agente causal de dichas enfermedades y la validación para el uso de la vacuna en EEUU, donde la mayoría de las inmunizaciones fueron autorizadas por primera vez. Para pinchar la vacuna de la meningitis hubo que esperar 92 años (1889-1981); para la de la polio, 47 (1908-1955); para la de la varicela, 42 (1953-1995); para la de la hepatitis B, 16 (1965-1981)...

La vacuna fabricada por las empresas Pfizer y BioNTech pasó de concepto a realidad en sólo 10 meses. Un lapso sin precedentes en la historia.

"No obstante, el desarrollo de la vacuna del Covid se produjo en circunstancias que no son habituales", matiza Carlos Elías, licenciado en Química, y catedrático de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid. "Toda la información circuló de forma abierta porque había un problema que solucionar a nivel mundial. Se movilizaron recursos impresionantes y hubo una carrera científica inusual".

Precisamente en su último ensayo, Science on the Ropes (Ciencia contra las cuerdas), Elías defiende que de lo que estamos siendo testigos es de "una edad de oro de la tecnología procedente de patentes privadas" y que la explosión de avances se está produciendo en "áreas con gran potencial de mercado" como la medicina, debido al envejecimiento de la población de los países ricos.

Esther, con su dispositivo MCG-tr, no encajaría en ese retrato robot de beneficiarios sénior. Ni tampoco Alyssa, la niña de 13 años de Leicester (Reino Unido) que a finales del año pasado apareció en los telediarios de todo el mundo tras superar una leucemia linfoblástica aguda de células T de pronóstico grave. En su recuperación fue decisiva la unión de dos grandes avances recientes: uno es la terapia CAR-T, un tratamiento que entrena a tus propias defensas para que combatan al cáncer que ya se emplea con éxito en varios tipos de enfermedades hematológicas; y el otro es la edición de bases, una técnica de modificación genética que posibilita hacer cambios mucho más precisos y seguros que otras herramientas de edición.

Que se trata de un campo con futuro lo corrobora el hecho de que las agencias reguladoras de EEUU y Europa hayan dado luz verde a seis terapias CAR-T: cuatro para el tratamiento de linfomas y leucemias y dos dirigidas al mieloma múltiple. Y pronto habrá más y se podrán administrar antes en los tumores hematológicos.

Las tecnologías que se están desarrollando aceleran la investigación científica y el progreso de otras

Juan Ignacio Cirac, ganador del Príncipe de Asturias de Investigación Científica en 2006

El de Alyssa es un ejemplo paradigmático de cómo la innovación y la combinación con otros avances pueden dar lugar a nuevas fórmulas. Como también lo es el de la estadounidense Victoria Gray, que en julio de 2019 se convirtió en la primera persona del mundo en ser tratada con éxito con terapia CRISPR de su anemia falciforme, la enfermedad genética más común. Aproximadamente 400 millones de habitantes de la Tierra padecen una o más enfermedades derivadas de mutaciones de un solo gen que, en teoría, CRISPR podría ayudar a curar.

El físico teórico Juan Ignacio Cirac dirige el Instituto Max Planck de Óptica Cuántica. Ganador del Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2006, es uno de los contadísimos investigadores españoles que aparece en las quinielas del Nobel. A su juicio, hay otro factor clave en la eclosión de la última media década: la retroalimentación entre disciplinas.

"Las tecnologías que se están desarrollando aceleran la investigación científica y el progreso de otras", explica el experto en computación cuántica. "Por ejemplo, las nuevas generaciones de ordenadores o la inteligencia artificial hacen hoy posible nuevos cálculos y simulaciones e impulsan la adquisición de conocimiento y su puesta en práctica".

En ese territorio hibridado se mueve David Baker, el catedrático de Bioquímica de la Universidad de Washington que no sólo ha logrado predecir la estructura tridimensional de las proteínas que hay en la naturaleza de forma rápida, sino que ha desarrollado un método para fabricarlas desde cero. Es decir, crear proteínas que no existen y a las que es posible asignar la función que se desee. Todo ello mediante la aplicación de programas de aprendizaje profundo.

Ya hay laboratorios realizando ensayos clínicos con las nuevas proteínas inventadas con el método de Baker, convertidas en herramientas para resolver problemas medioambientales como la acumulación de plástico o la captación de energía solar y en nuevos fármacos. "Estamos creando esprays nasales contra cualquier virus", declaraba el ganador del Fronteras del Conocimiento 2023 a Papel la semana pasada.

El progreso también se expande hacia la frontera entre salud y estética con las inyecciones milagro contra la obesidad. En febrero de 2021 causaron sensación los resultados obtenidos por Ozempic, un medicamento para la diabetes basado en un principio activo llamado semaglutida que había hecho perder un 15% de su peso corporal a los participantes en un estudio. Tanto Ozempic como Saxenda -ambos fabricados por Novo Nordisk- forman parte de una familia de fármacos denominada agonistas del receptor GLP-1. Funcionan imitando una hormona que regula los niveles de azúcar en la sangre y reduce el apetito al disminuir la velocidad a la que los alimentos salen del estómago.

La nueva generación de fármacos adelgazantes pretende ganar terreno ahora con fórmulas orales (píldoras). No obstante, tras la fiebre desatada en redes sociales y gimnasios de barrio por celebrities de todo pelaje, las autoridades sanitarias instan a proceder con cautela. De hecho, la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés), emitía el pasado una alerta al detectar Islandia que tres pacientes que tomaban estos fármacos tuvieron pensamientos suicidas o de autolesiones.

¿Por dónde irán los tiros en los próximos cinco años? ¿Qué cabe esperar de la próxima gran cosecha de los profesionales de bata blanca? ¿Quiénes recogerán el testigo de quienes, a su vez, lo recogieron de Einstein, Curie, Oppenheimer, Planck o Born?

"A veces me preguntan cuáles serán las áreas calientes del futuro", interviene de nuevo el ingeniero químico Langer. "Suelo decir que muchas de esas áreas no tienen nombre porque el descubrimiento clave aún no se ha producido. Si a la mayoría de las personas les hubieran preguntado qué era CRISPR antes de 2012 no habrían sabido qué responder".

"En medicina espero avances sustanciales contra algunos cánceres e implantaciones de chips en el cerebro para combatir discapacidades motoras", se anima el divulgador Sánchez Ron, crítico no obstante con el proyecto Neuralink de Elon Musk. "La alianza entre inteligencia artificial y robótica cambiará múltiples aspectos de la vida social. El ser humano llegará a Marte, abriendo una nueva era en la exploración cósmica que conducirá a, lamentablemente, la minería espacial. También espero que en dos décadas o así se pueda instalar un gran radiotelescopio en la cara oculta de la Luna".

En Occidente, en general, los presidentes han estudiado derecho o economía; China, durante los últimos 25 años, ha sido dirigida por ingenieros

Carlos Elías, catedrático de Periodismo y autor de 'Science on the Ropes'

Paradójicamente, la irrupción de nuevas aplicaciones de la ciencia se produce en un entorno que oscila entre el desconcierto y la hostilidad hacia esta rama del conocimiento. Apenas habían pasado cuatro días de 2023 cuando la revista Nature publicó un artículo titulado La ciencia disruptiva ha disminuido... y nadie sabe por qué. La pieza ponía el foco en el desplome de la publicación de papers hasta niveles de hace 50 años y en la ultraespecialización de los investigadores frente a sus homólogos del pasado. Añádase a ese panorama la caída de las vocaciones STEM en el hemisferio occidental y el éxito de todo tipo de teorías magufas -de los antivacunas a los terraplanistas- para que los felices años 20 del siglo XXI parezcan un milagro.

"Coincide con el auge del pensamiento mágico, pseudocientífico e irracional potenciado por redes sociales polarizadas donde los anticientíficos son muy activos y con un deterioro general de la enseñanza de la ciencia en niveles educativos no universitarios e incluso universitarios", razona Carlos Elías. "Las grandes compañías se nutren de la élite joven que sí tiene conocimiento científico y tecnológico. Pero la sociedad no lo comprende. Personajes famosos hablan abiertamente de medicinas alternativas, horóscopos o teorías conspirativas. En el cine y la televisión aumentan los contenidos audiovisuales que ensalzan el pensamiento mágico: desde Expediente X o Harry Potter hasta la saga Winx".

Denuncia el autor en Science on the Ropes que cualquier niño conoce a los jugadores de la liga de fútbol. Lee y relee sus biografías. Y observa cómo los medios de comunicación los glorifican como héroes. En cambio esos menores apenas saben algo de los científicos de su tiempo. Piensan que sus vidas son aburridas y decepcionantes en comparación con las de las estrellas del balompié o los cantantes. De ahí que alerte de que en los principales puestos de responsabilidad apenas haya profesionales familiarizados, por ejemplo, con la tabla periódica. Al revés: ahora ve cómo incluso algunos negacionistas del cambio climático están accediendo a las principales instituciones públicas.

"La cantidad de diputados en España con formación científica es bajísima en comparación con los que tienen formación jurídica, económica o, recientemente, periodística. Y esto mismo pasa en todo el mundo, excepto en China", prosigue Elías, sabedor de que la última dirigente con currículo científico en el G7 fue la canciller Angela Merkel (química). "En Occidente, en general, los presidentes han estudiado derecho o economía, pero China prefiere ingenieros. Xi Jinping, ingeniero químico, reemplazó a Hu Jintao, un ingeniero hidráulico, quien a su vez reemplazó a Jiang Zemin, un ingeniero eléctrico. Durante los últimos 25 años, China ha sido dirigida por ingenieros. Los políticos anteriores procedían del ejército. El hecho de que la élite política de un país esté formada por ingenieros es el indicador más claro del papel que la sociedad otorga a la ciencia y la tecnología".

Con esta hoja de ruta -y, todo sea dicho, con un modelo político opuesto al democrático- va camino China de ser la gran superpotencia mundial.

Sostenía Umberto Eco que es difícil comunicar al público que la investigación está hecha de hipótesis, de experimentos de control, de pruebas de falsificación. Y también que cuando la tecnología es muy sofisticada, resulta indistinguible de la magia para la población con escasos conocimientos científicos. "La gente es incapaz de explicar cómo funciona un móvil. Eso no pasaba con los molinos de viento de La Mancha", concluye Elías.

Por eso es un drama que a Esther le sigan preguntando si el parche que lleva en el brazo es para dejar de fumar.

Noticias relacionadas

Show more