El Don es para transmitirlo El Profeta recibe el Don del Espíritu para transmitirlo con toda su fuerza

Hijo del carpintero
Hijo del carpintero

"El pueblo de Nazareth se pierde de una gran oportunidad por soberbios y por la falta de crédito y alegría que les debiera ocasionar Jesús"

"La acción de Dios seguirá, y ésta se manifestará en otras gentes y otros pueblos, de forma semejante como le pasa a Israel cuando no le da el crédito a Jesús"

En este domingo 14 del tiempo ordinario, la liturgia de la palabra nos invita a contemplar y sentir la presencia de Dios a través del profeta, sea en la primera lectura de Ezequiel como en el evangelio de Marcos con Jesús.

El Profeta que Dios se ha elegido posee la fuerza del Espíritu de Dios para comunicar todo cuanto está en la voluntad de Dios, pero si el pueblo tiene su corazón apartado de Dios, toda la vida y la gracia que un profeta nos puede comunicar no puede germinar si no hay corazones y fe que acojan la riqueza de gracia que el profeta comunica.

La primera lectura y el evangelio de Marcos nos invitan a reflexionar en esa situación del pueblo que es rebelde, que, a pesar de su rebeldía, sabrá que hay un profeta en medio de ellos. La fe del pueblo se verá interpelada por la acción de Dios.

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Jesucristo

Así en el evangelio de Marcos, Jesús se encuentra en su pueblo de Nazareth y, ahí en la sinagoga la gente se impresiona de su sabiduría, la fuerza de su palabra, la autoridad con la que se hace sentir, sin embargo, no le dan el crédito a Jesús.

La gente sigue teniéndolo como el carpintero de familia, en cuya familia, que es muy conocida por ellos, no puede haber alguien así con esa sabiduría y poder. Es decir, quieren seguir ninguneando a la familia de Jesús.

El pueblo de Nazareth se pierde de una gran oportunidad por soberbios y por la falta de crédito y alegría que les debiera ocasionar Jesús.

El Espíritu de Dios no se detiene, y aunque Jesús hace pocos milagros, no porque no pueda, sino porque los corazones de la gente de Nazareth se ensoberbecen para poderle dar el crédito a ese sencillo carpintero. 

La acción de Dios seguirá, y ésta se manifestará en otras gentes y otros pueblos, de forma semejante como le pasa a Israel cuando no le da el crédito a Jesús; este mismo Jesús se dirige a los pecadores y paganos, quiénes experimentan las maravillas de Dios.

Nuestra soberbia es el principal obstáculo para experimentar la belleza de Dios, la fuerza de su espíritu y toda la vida que el espíritu quiere comunicarnos.

La soberbia tiene sus características: se siente por encima de los demás, se manifiesta despreciando a los otros… mucha veces decimos: ¿éste que me puede a mi compartir?

La soberbia simplemente va haciendo que alguien vaya quedándose sólo sin aprovechar la oportunidad y la gracia como bendiciones que nos pueden hacer más felices.

Así les pasa a los pobladores de Nazareth, quienes, al no darle crédito a Jesús, éste se dirige a otros pueblos que recibirán sus grandes bendiciones que lleva como buena nueva, y cuyos pobladores al no saber de Jesús, libres de prejuicios, con absoluta libertad, harán confesión de Él.

Por eso san Pablo, en la segunda lectura de la carta a los Corintios expresa: para que no vea atrapado de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he recibido, un enviado de satanás me abofetea día y noche, le he pedido a Dios que me libere de esto y me ha respondido que me basta su gracia, es decir la ayuda y sostenimiento de Dios.

De tal manera, que Pablo nos invita a no poner nuestra confianza en uno mismo, como es la característica de la persona soberbia, sino poner la confianza en aquello que Dios ha puesto en nosotros y quiere seguir extendiendo o comunicando a otros para que se tenga vida.

Hijo del carpintero

Cuando somos un obstáculo para Dios, Dios sigue su camino. Si nuestra soberbia y rebeldía nos hacen perder la oportunidad que Dios nos presenta, esta oportunidad se esfuma y no hace arraigo esa gracia que nos puede hacer fecundos en Dios.

Con humildad acojámonos a la bondad de Dios, abrámonos a su Espíritu que nos quiere fecundar y escuchemos siempre su voz, en el profeta que nos comunica su palabra de vida.

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