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Y los sueños, sueños son

Íñigo Errejón

Esther Palomera

Es un sentimiento muy humano y también malsano. A veces busca canalizar la ira y a veces la reparación a un agravio. Ha inspirado grandes obras de la literatura. Está en La Ilíada, en Hamlet y en el Conde de Montecristo. Todo está en los clásicos. También la venganza, que casi siempre asoma bajo una densa niebla de celos, rencores, traiciones y envidias. En la política no es distinto. En la vieja y en la nueva. Y Podemos, en su corta vida, tampoco ha encontrado el antídoto con el que inmunizarse de las luchas intestinas.

En el fondo del alma de Iñigo Errejón hay una profunda herida que unos achacan a la historia del número dos que siempre quiso ser uno y otros, al menosprecio causado tras su derrota en Vistalegre II. Sea como fuere es ahora, pasado el tiempo de aquel abrupto divorcio de Pablo Iglesias, cuando busca la revancha. Igual que Aquiles, Otelo y Edmond Dantès. El riesgo es que las consecuencias del golpe no las paguen solo sus excompañeros de Podemos. Pasó en la Comunidad de Madrid y puede volver a pasar en el Congreso de los Diputados. La candidatura propia de Iñigo Errejón dio al traste con las posibilidades de cambio tras 24 años de gobierno de la derecha madrileña. Y en España puede amenazar la continuidad de un gobierno progresista. O no. Se verá.

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